El balde aéreo, que se está usando en Alvear, permite cargar hasta mil litros de agua.
Una vez cargado el cubo, la perspicacia del piloto hará que pueda volcar todo ese líquido sobre las llamas de grandes dimensiones.
Especialmente se utiliza en focos ígneos donde lo conveniente es lanzar una columna concentrada de agua desde el helicóptero al fuego.
"El brigadista no se puede acercar al fuego por el calor que emanan las llamas. Estas columnas de agua que se lanzan desde los helicópteros las sofocan, y los efectivos pueden empezar a trabajar en la zona", explicó el director nacional del Plan de Manejo del Fuego, Alberto Seufferheld.
Para este operativo también se cuenta con tres aviones hidrantes que están estacionados en Alvear para utilizar cuando el fuego lo demanda.
A su vez, hay dos helicópteros, uno de la provincia y otro de la Policía Federal para trasladar a los brigadistas hasta las zonas de incendios. Junto con éstos, también se está trabajando con un helicóptero del ejército que permite llevar mayor cantidad de personas.
Los brigadistas portan mochilas con 20 litros de agua cada uno, llevan cascos, ropa adecuada para enfrentar altos grados de calor y antiparras. A su vez, todos cuentan con barbijo por el Covid-19.
También se trasladan a la isla con mochilas colmadas de agua para consumo personal, mudas de ropa y alimentos para todo el día.
Junto con todo ese equipamiento, cargan palas y rastrillos para armar los cortafuegos, franjas de tierra que se despejan de vegetación o de material combustible para contener los incendios y circunscribirlos a un solo lugar.
Vuelven exhaustos al atardecer para reponerse y volver a equiparse al día siguiente. (La Capital)