A la vez, recomendó encomendar a "este nuevo beato, a la Patria Argentina en este momento tan difícil de nuestras comunidades, de la Iglesia, del país".
"Pongamos delante de él y de su intersección todas estas contradicciones y dificultades que tenemos los argentinos para salir adelante en la justicia y en la caridad", pidió Ojea. En medio de la represión de la última dictadura militar, el 18 de julio de 1976 en el distrito riojano de Chamical, mientras Murias y Longeville terminaban de cenar en la casa de unas monjas se presentaron hombres uniformados que dijeron ser de la Policía Federal y que les comunicaron que debían acompañarlos a declarar a la capital provincial: los llevaron a la base aérea local, en donde fueron torturados durante varias horas y luego fusilados.
Sus cuerpos fueron arrojados junto a las vías del tren y hallados dos días después por un grupo de trabajadores ferroviarios.
En tanto, a Wenceslao lo fueron a buscar de madrugada el 25 de julio a su rancho tres personas encapuchadas que le dispararon delante de su mujer y sus hijas.
Finalmente, Angelelli sufrió un presunto accidente automovilístico volviendo del velorio de los dos sacerdotes: portaba una carpeta con información sobre los asesinatos que no apareció en el auto accidentado.
En 2014, la Justicia determinó que no se trató de un accidente, sino de un asesinato.