Sociedad Donación de órganos

La historia detrás del primer trasplante cruzado gracias a la Ley Justina

Guillermo y Tomás fueron los primeros receptores de un trasplante cruzado desde que lo autorizó la flamante Ley Justina. La hermana de uno y la esposa del otro fueron las donantes.
Ellas donaron sus órganos y ellos los recibieron.
Foto: Ellas donaron sus órganos y ellos los recibieron.
Crédito: Clarín
Tomas y Lorena son marido y mujer y viven en Moreno. Guillermo y Vanesa son hermanos y son de El Talar, también de Buenos Aires. Los separan unos cuarenta kilómetros de distancia, pero los une una cicatriz que llevarán por siempre los cuatro en el mismo lugar. Como un tatuaje que tiene un significado: vida.

Los cuatro, juntos, son parte de la historia: protagonizaron el primer trasplante renal cruzado en Argentina luego de la aprobación de la ley Justina, que permite su realización sin que lo autorice la Justicia. Y el segundo después del de Jorge Lanata. Hay miradas que dicen más que las palabras. En silencio Tomás Pereyra (40) observa a Vanesa Frickel (38) sin poder decirle nada. Hay lágrimas en sus ojos que seca con los dedos índices de las manos, mientras hace un fuerte ruido con su boca para aclarar la garganta y destaponarla de ese nudo que lo deja mudo. Hace un esfuerzo y le habla: "¿Qué te puedo decir? Si me salvaste la vida".

Guillermo Frickel (24) intenta lo mismo con Lorena (38). Se conocieron hace menos de un mes, pero ahora él lleva una parte de ella en su cuerpo. "Yo las miro a las dos y pienso que ellas son las verdaderas protagonistas de esta historia, las heroínas que dieron sin recibir nada. Sólo puedo decir gracias y mil veces gracias".

El trasplante renal cruzado es un procedimiento que consiste en un intercambio de donantes. Esto ocurre cuando un donante y un receptor son incompatibles y entonces pueden intercambiar sus riñones con otra pareja donante-receptor en una situación similar a la suya. En este caso, los receptores fueron Tomás y Guillermo. La mujer de Tomás donó su riñón a Guillermo y la hermana de este último a Tomás. Las cirugías se llevaron a cabo en forma simultánea el 31 de julio pasado en la Fundación Favaloro y los cuatro pacientes fueron dados de alta hace una semana.
"Nunca lo dudé, cuando en junio del año pasado me dijeron que mi hermano estaba enfermo y necesitaba un riñón, me ofrecí. Ahí me hicieron los estudios y me explicaron que yo no podía donárselo, pero que sí podía ingresar en una lista de espera hasta que apareciera una pareja en las mismas condiciones y que sean compatibles", cuenta Vanesa, secretaria de un centro médico. A su lado Lorena -ama de casa- asiente, para ellos la espera fue más larga: "Estábamos desde 2015 en la lista. Cuando nos llamaron para anunciarnos que había alguien con los que podíamos coincidir fue muy emocionante".

Desde el momento en que a los hombres le diagnosticaron que sus riñones habían dejado de funcionar, sus vidas dieron un giro inesperado: "No hay señales previas, no tiene que ver con llevar o no una vida saludable. De repente aparece y ya. Un día te duele la cabeza muy fuerte, vas al médico y te dicen que tus órganos ya no funcionan. Es como chocarte contra una pared", cuenta Tomás, carpintero, que durante tres años no pudo orinar por sus propios medios. Iba tres veces por semana al hospital para hacerse la diálisis, donde debía estar con el brazo extendido conectado a una máquina durante cuatro horas: "Es algo insoportable, pero a la vez era lo que me mantenía con vida".

En el ingreso a la casa de Tomás y Lorena -que son padres de dos nenas de 10 y 7 años- hay un cartel que indica las normas de convivencia del hogar: "Saber perdonar; besarse cien veces por día; sonreír, ser feliz y quererse". ¿Cuánto vale respetar este mandato? "Mucho, sabemos que es una situación difícil y que hay gente que está hace veinte años a la espera. Por eso donar es tan importante", dice Lorena.

Después de la operación para Guillermo, recibido de técnico mecánico, el cambio fue instantáneo: "Recuperé el gusto de la comida", exclama. Dice que no tiene grandes proyectos para su futuro: "Uno le empieza a encontrar otro sentido a la vida. Ahora lo que quiero es volver a comer la pizza que hace mi mamá", cuenta.
Los cuatro se abrazan, se miran y se ríen. Hay emoción en el aire. Vanesa le aclara a Tomás que ella es hiperactiva: "Si tenés ganas de moverte o de hacer muchas cosas al mismo tiempo es mi culpa", le dice. Lorena aclara que le gusta tomar cerveza, aunque ahora deberá controlarlo un poco más: "Eso no es problema, me encanta la birra también", dice Guillermo. Se intercambian celulares y prometen volver a juntarse. "La ley Justina nos salvó y espero que todos puedan entender que donar salva vidas", dicen los hombres. Las mujeres en silencio saben bien lo que eso significa, publicó Clarín.

La norma, que justamente se inspiró en Justina Lo Cane, la nena de 12 años que murió en noviembre pasado en la Fundación Favaloro mientras aguardaba un trasplante de corazón, establece que todos los habitantes del país mayores de 18 años son donantes de órganos, salvo que expresen su decisión contraria en vida.
El comentario no será publicado ya que no encuadra dentro de las normas de participación de publicación preestablecidas.

NOTICIAS DESTACADAS