"A veces estamos tan focalizados en nuestras cuestiones que nos olvidamos de los demás, de ellos, del futuro. No podía verlo jugar con las patas congeladas sin hacer nada, y entre todos le compramos medias y zapatilla. Verlo entrar al aula emocionado ante el aplauso de sus compañeros, no tiene palabras", expresó Carina Berón, la maestra que coprotagonizó esta historia mínima que, seguramente, se repite en muchas aulas de muchas escuelas publicas del país.
Un día, la seño Carina lo vio caminar diferente durante el recreo y cuando lo observó mejor cayó en la cuenta de que tenía una zapatillas demasiado grandes para su talla, que estaban rotas, que no tenía medias y sus deditos morados se asomaban por los agujeros.
Lo llamó. Hablaron de varios temas hasta que pudo preguntarle por qué usaba ese calzado. El chico le dijo que eran las zapatillas de su hermano. "Me la presta para venir a la escuela", dijo y conmovió con su respuesta a la docente quien, junto a otras educadoras, le compraron unas zapatillas y varios pares de medias.
Emotivo momento
En clases todo transcurría como cualquier día corriente pero el niño fue llamado a Dirección. Se hizo una pausa mientras se levantaba lentamente con el rostro preocupado, seguramente pensando si había hecho una macana que mereciera un reto. Pero, en el despacho de la Directora, le entregaron una bolsa con una caja. Allí estaban sus zapatillas nuevas. Negras, flamantes y calentitas. También había unos pares de medias. El chico agradeció y se las calzó. Cuando regresó al aula sus compañeros lo aplaudieron y todos festejaron el gesto.Fue tan grande la emoción que olvidó las zapatillas viejas en la Dirección. Entonces fue a reclamarlas. ¿Seguro las querés llevar?, le dijo la maestra; "Sí seño, son de mi hermano, y él también la necesita", fue la respuesta.