El estudio, que inicialmente se centraba en las alergias, fue publicado el lunes en la revista JAMA Pedriatics.
El resultado mostró que los niños que empezaron a comer alimentos sólidos antes durmieron más tiempo y se despertaron con menos frecuencia por la noche.
El efecto es pequeño pero destacable. El número de despertares nocturnos está, de hecho, muy lejos de acercarse a cero, pero la diferencia entre grupos se considera significativa cuando nos fijamos en el promedio, que bajó de 2,01 despertares por noche a 1,74.
Esto significa que la mitad de los niños que comen alimentos sólidos despertó menos 1,74 veces por noche.
Una diferencia considerable se registró también en la duración del sueño, con un pico de más de 16 minutos a la edad de seis meses.
Los investigadores, entre ellos Gideon Lack, del King College de Londres, reconocen que es posible que las madres que participaron en el estudio hayan respondido de forma más positiva a los cuestionarios tras darles alimentos sólidos, después de haber esperado un efecto positivo de ello.
Pero según ellos, es poco probable que este sesgo se extendiera más allá de los seis meses.