"Mi mamá siempre estuvo atrás de mí, no se dormía hasta que yo llegue. Y es importante saber que ella se preocupaba por mí, porque a mis amigos los dejaban", rememoró el joven que, de acuerdo a lo que reconoció, se inició en el consumo de marihuana a los 18 años.
"Me empezó a pegar más cuando papá estaba enfermo, él tenía cáncer y estaba en un estado terminal, (la droga) era una escapatoria a esa realidad", recordó, al tiempo que aclaró: "La junta no tiene que ver". "Pensé que no llegaba a los 20 años, que iba a terminar como los otros chicos", confesó Nico, es que de acuerdo a lo que reveló, la mayoría de sus amigos, "están presos o muertos, y los que todavía están siguen en lo mismo".
"Hoy tengo 24 años y hago cosas por los otros chicos, empecé mi carrera de boxeo y ya termine la escuela", reafirmó.
Su mensaje es uno solo, claro y contundente: "Para seguir adelante, uno tiene que proponerse una meta, hacer algo que le guste y meterle de lleno para cumplir tu sueño". Al joven lo acompaña su madre, Mónica Olivera, quien junto a otras vecinas del barrio, encabeza la organización Mujeres Luchadoras Positivas.
La mujer hizo hincapié en la escucha de los hijos, el advertir sus cambios de actitudes y sobre todo, en la prevención. "Hay que entusiasmar a los chicos para que estén ocupados y tengan un proyecto de vida, porque si no, solo están en la esquina. Es una realidad que la única forma que tienen los chicos de tener algo, ropa y una moto, es vender", advirtió.
Por eso, apoya a su hijo en el proyecto de las escuelitas de boxeo en los barrios de la ciudad. De hecho, comunicó que hay un proyecto para "intervenir en algunas residencias del Copnaf, porque a los chicos que están en cierto grado de consumo, el futbol no les interesa; a diferencia del boxeo que si les gusta".
Las escuelas de boxeo funcionan, una, los días sábados en la escuela secundaria de calle Celia Torrá del Lomas del Mirador; y la otra, los días martes y jueves en Club Banfield del barrio Pancho Ramírez.
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