Paraná Se salvó de milagro con su familia

Caída del puente Esquina - Goya: Paranaense estuvo al borde del precipicio

"Bajé la velocidad y de pronto vimos una ola enorme de agua que se levantó altísimo y luego cayó. Clavé los frenos y cuando miré estaba en el borde del precipicio", recordó el comerciante.
Julio Alberto Domingorena
Foto: Julio Alberto Domingorena
Crédito: El Diario
Julio Alberto Domingorena atiende, como cada mañana desde hace 20 años, la despensa de su propiedad, ubicada en la esquina de Uruguay y La Rioja en Paraná.

El 8 de julio estuvo junto a su esposa y su nieto literalmente al borde de la muerte por la caída del puente Esquina - Goya. Quedaron "a 15 centímetros del precipicio que se formó cuando desapareció el pavimento".

El recuerdo lo inquieta y le hace reflexionar sobre sobre "lo que hubiera pasado si": si no paraba a comprar cigarrillos, si no le pedían documentación en la caminera, si no renovaban el mate. "Estaríamos todos muertos", asegura.

Domingorena tiene 67 años y arranca todos los días a las 6.30 desde su casa en el Acceso Norte, en calle Francia, yendo al mercado a buscar la verdura. En el negocio hay también almacén, carnicería y despensa. "Cerramos a la una y media más o menos, almorzamos, descansamos un rato, y volvemos a la tarde. A la noche llegamos a casa después de las once", cuenta. Trabajan en familia con su esposa, uno de sus dos hijos varones y hasta da una mano su nieto de 14 años, alumno del secundario de la escuela Don Bosco, que iba con los abuelos en el viaje que les marcó la vida.

Don Beto lo venía planeando desde enero. El motivo era visitar a una hija "que se casó bien y vive en Misiones". Había hecho ver la Ranger modelo 98 y salieron con tiempo, tranquilos. Él al volante, su nieto "de copiloto" cebando mate y su señora atrás. "Soy muy prudente en la ruta. Desde hace unos años, no viajo de noche. Y así como soy de conversador acá en el negocio, cuando manejo no hablo nada. Voy concentrado porque la gente está muy loca", señala.

Salieron de Paraná a las 7 con algo de llovizna. Tres horas después, cerca de las 10, pararon en Esquina. Domingorena compró cigarrillos, fueron al baño, renovaron el mate. Cuando volvieron a la ruta llovía y los paró la caminera. "Me preguntaron adónde iba y me pidieron precaución porque había mucha agua en la ruta", cuenta.

Siguieron viaje, el nieto se durmió un rato. Estaban a unos 35 kilómetros del puente trágico cuando paró de llover. "Íbamos llegando al puente y vi algo raro. Le comenté a mi señora y a mi nieto que no me cerraba algo que se me levantaba de frente", describe y se ayuda con un brazo. "Pensé que podía ser un camión volcador o alguna maquinaria. Bajé la velocidad y de pronto vimos una ola enorme de agua que se levantó altísimo y luego cayó. Clavé los frenos y cuando miré estaba en el borde del precipicio", relata.

"Mi nieto quedó contra el parabrisas viendo el vacío y aullando de miedo. A mí lo único que me salió fue putear. Alrededor había solo agua y precipicio. Logré poner marcha atrás y retrocedí. Vi qué venía un Gol, empecé a los bocinazos y le atravesé la camioneta para que no pasara. Así fue que nos salvamos", completa.
Eran las 10.24. La frenada de la Ranger quedó impresa en el asfalto a 15 centímetros del precipicio de unos 20 metros. En la foto del puente caído que circuló por esos días se ven dos vehículos rojos: la Ranger de Don Beto, el almacenero de Paraná, y el Gol en el que viajaba un hombre de Esquina. Los dos se encontraron un rato más tarde en el puesto de Gendarmería. "Lloramos, nos abrazamos, estábamos shockeados. Ni el nombre le pregunté, pero me gustaría contactarlo algún día y que comamos un asado", se esperanza Domingorena.
Primero pensaron en volver a Paraná, pero Don Beto razonó: "¿Quién me aguanta con todo esto que pasó y sin haber visto a mi hija?". Su nieto estaba algo nervioso, pero su esposa estaba tranquila. Decidieron seguir viaje. Previamente, avisaron a los familiares que estaban bien, pero sin mucho detalle para no preocuparlos. "Hay un puente cortado", dijeron, aunque no alcanzó para eliminar la preocupación que a todos les había causado ver una Ranger roja en el medio de la escena que se repitió en los televisores del país.

Pasado el mediodía, bajaron hasta La Paz, agarraron por Feliciano, salieron a San Jaime de la Frontera y después tomaron la ruta a Misiones, por Paso de los Libres. El reencuentro con la hija disipó un poco la angustia, trataron de no pensar y pasaron unos días lindos. Volvieron sin miedo. "Lo que vivimos no es algo de todos los días. Imposible que nos volviera a pasar. Es como ganar dos veces el Quini", grafica Don Beto.

La vuelta a Paraná fue tranquila. El retorno al negocio, la vuelta a la rutina, ayudaron a olvidar de a ratos el mal momento. "Nunca en la vida me había pasado algo tan grave. En 2003 nos desvalijaron el negocio. Se llevaron la mercadería, las máquinas, todo. Fue terrible pero como decía yo por aquellos días, me dejaron los brazos para seguir trabajando. Hoy pienso en eso y me parece un pavada", admite.

"De lo que pasó hubo responsables. En la zona hace tres meses se comentaba que el puente se iba a caer. Y hay dos o tres puentes más en Corrientes en la misma situación. Pasa que se inundan cada tanto, cuando baja el agua están todos comidos y no les hacen mantenimiento", concluye Domingorena.
Fuente: El Diario
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