
"Todo empezó con Lorca, pero revisamos los estudios científicos buscando más eventos de subsidencia", dice el investigador del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y coautor del estudio Gerardo Herrera-García. Localizaron unos 200 procesos de hundimiento en una treintena de países bien documentados desde inicios del siglo pasado. Aunque hay otros desencadenantes, unos naturales (tectónicos, terremotos, volcanes...) y otros antropogénicos (minería, extracción de hidrocarburos...), aquí se centraron en los provocados por extracción de aguas subterráneas.

"En los acuíferos sobreexplotados, la recarga natural es inferior al volumen que se extrae", explica Pablo Ezquerro, también del IGME y coautor del estudio. "Los poros de esos suelos quedan vacíos, compactándose ante la falta del agua que contribuía a sostener la infraestructura", detalla Ezquerro, responsable de la tesis doctoral sobre Lorca que aún debe defender en la Universidad Politénica de Madrid. En ella, y con la ayuda de mediciones obtenidas de radares satelitales, se muestra cómo la cuenca del Alto Guadalentín en esta comarca murciana ha sufrido un descenso de nivel de agua subterránea de 150 metros desde los años sesenta.

Lo peor es que el proceso está yendo a más. Además de la aceleración de los procesos de urbanización e intensificación agraria en algunas de las regiones más expuestas, como las cuencas del Ganges y el Brahmaputra en la India o las planicies del noreste de China, el cambio climático también tendrá su papel. El aumento de las temperaturas y reiteración de las sequías debilitará aún más la recarga natural de los acuíferos. Además, en muchos de estos suelos sobreexplotados, la compactación del suelo dejará sin hueco al agua que se filtre. Para el año 2040, estiman que 635 millones de personas, asentadas sobre zonas inundables, podrían sufrir las consecuencias de este proceso silencioso.
No obstante, el conocimiento científico y técnico del que se dispone, permite lanzar un mensaje optimista de cara al futuro. Algunos procesos de subsidencia se han frenado y hasta revertido, como es el caso de Tokio. La capital nipona se hundía desde finales del siglo XIX, rebajando su suelo hasta cuatro metros. En la década de 1969, la gestión de los acuíferos, insuflando incluso aguas recuperadas del uso industrial, logró frenarlo. Ahora, en aquellas zonas donde el mapa identifica áreas con potencial de hundimientos se pueden utilizar satélites radar para conocer con precisión la intensidad de los hundimientos del terreno. Lo que permitiría promover una gestión sostenible de las aguas subterráneas.
El IGME ha creado esta web para poder consultar el mapa mundial de subsidencia.