Internacionales Fuma su pipa y escucha su gramófono

La imagen de un anciano es el nuevo símbolo de la guerra en Siria

Mohammed Mohiedin Anis tiene 70 años y es coleccionista de autos en Aleppo. Su imagen, sentado entre los escombros de su dormitorio fumando su pipa y escuchando su gramófono, resumen seis años de conflicto en Siria.
El fotógrafo Joseph Eid supo captar la foto perfecta para retratar, una vez más, la síntesis de seis años de guerra en Siria. La composición trata de un anciano de 70 años fumando una pipia, sus ropas raídas, sentado en la misma cama de toda la vida, solo que ahora está llena de escombros, en medio de una habitación derrumbada por las bombas.

La foto de Eid, tomada para la agencia AFP, terminó siendo un nuevo símbolo del desastre sirio como lo fue la foto de un niño ensangrentado, lleno de polvo y en shock, sentado en una ambulancia, tras un bombardeo. O como lo fue la foto de Aylan Kurdi, de 4 años, muerto tirado en un playa turca.
Pero la foto de Eid estaba destinada a cubrir otra historia, la de un anciano llamado Mohammad Mohiedine Anis, y su pasión por los autos viejos de Aleppo y su sueño de repararlos luego de también ser atacados por la guerra.

Mohammad Mohiedine Anis mira con compasión su Buick Super 1955 mutilado por los intensos combates entre el ejército y los rebeldes sirios.

Los bloques de piedra desprendidos de un edificio de su barrio de Shaar durante un bombardeo aéreo le chafaron el techo y abollaron el capó, imprimiendo a la rejilla del radiador un rictus de sufrimiento.

"Mire, está llorando. Está herido y me pide ayuda", dice este coleccionista de 70 años que promete repararlo ahora que las armas se han callado desde que el ejército retomó en diciembre el control de la segunda ciudad de Siria.

El barrio entero está en ruinas: edificios desvencijados o derrumbados, ventanas reventadas y aceras polvorientas o sembradas de escombros.

Mohammad, que estudió medicina en Zaragoza (España) y luego tradujo al árabe un manual de Fiat en Turín (Italia), regresó a su ciudad para abrir una fábrica de cosméticos y en particular de un lápiz labial que bautizó "Mila Robinson".
Pero su verdadera pasión son los coches de colección. La heredó de su padre, un rico colorista textil que conducía un Pontiac 1950 que Mohammad guarda con estima.

Llegó a tener 30 autos pero perdió 10, destruidos o robados durante la guerra. Trece están aparcados delante de su casa y en su jardín, otros siete, en el depósito, retirados por la policía porque obstaculizaban el paso.

En febrero de 2016, un videasta de la AFP entrevistó a Mohammad, más conocido por su apodo Abu Omar, y filmó sus autos relucientes y su casa entonces intacta.

Me gustan "porque son como las mujeres, bellas y fuertes", dice el coleccionista, que tiene dos esposas, una en Aleppo y otra en Hama (centro), y ocho hijos.

Sus gustos son bastante eclécticos, con una preferencia por los estadounidenses de los años 1950: Cadillac, Hudson, Buick, Chevrolet, Mercury. Pero también tiene un Volkswagen y una furgoneta 2CV.
"Tengo tres Cadillacs porque son los más lujosos. Todo coleccionista debe tener un Cadillac. Si no lo tiene es como es si su colección no tuviera cabeza", asegura con convicción.

Su mayor orgullo es un Cadillac 1947 descapotable de color rojo que utilizaron por lo menos seis presidentes, unos elegidos democráticamente y otros llegados al poder mediante un golpe de Estado.

En este descapotable, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser y su homólogo sirio Shukri al Kuwatli recorrieron Damasco tras la proclamación en 1958 de la República Árabe Unida, producto de la breve unión entre Egipto y Siria.

"Lo compré hace 12 años en una subasta por 620 libras sirias pero me costó 100 veces más porque nunca se habían pagado los impuestos de aduana", explica.

Para que no se lo roben, Mohammad escondió el volante y los asientos en su casa.

Todos los autos están en mal estado, casi moribundos y desfigurados por los combates.

"Están todos heridos", lamenta como si hablara de personas. Quiere arreglarlos incluso antes que su casa. "Y tengo intención de comprar otros".

Su vecino Nihad Sultan, un cantante de 30 años, afirma que cuando Mohammad se fue durante los dos últimos meses de combates, los habitantes del barrio convencieron a los rebeldes para que no instalasen una ametralladora pesada antiaérea en la camioneta Chevrolet 1958.

Cuando tras la victoria de las fuerzas del régimen regresó a su casa de los años 30, la encontró devastada. "Sufrí una conmoción", cuenta.

El edificio es un caos: cristales rotos, piedras en la escalera, habitaciones en el primer piso derruidas y llenas de escombros.

De vez en cuando se sienta en su habitación, como solía hacer antes de la guerra.

Enciende su pipa y escucha en su gramófono Victor la canción Hekaya (Historia, en árabe) del cantante sirio Mohammad Dia al Din.

"Me gusta la Historia porque vive en mí. Mi pasado fue muy feliz pero las cosas han cambiado. Ahora es duro. Aunque no debemos desanimarnos", agrega.

Algunos extranjeros se han ofrecido a comprarle sus coches, incluso en mal estado. Se niega de plano. "Son para mis hijos. Los repartiré según la ley religiosa: dos para cada hijo y uno para cada hija".
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