Estaban, indicamos al comienzo, casi en la cresta de la ola en lo referido a lo laboral. Y eso, por supuesto, elevó a niveles más altos sus índices de popularidad, sobre todo el de Yanina, que de un día para el otro pasó a ser tan conocida como Gambetita, famoso desde inicios de los 90 por su trayectoria deportiva vistiendo camisetas como las de Boca y Racing. Puertas adentro, una familia tipo. Dos hijos, Lola y Dieguito, y proyectos profesionales al por mayor de cara al futuro. Un vínculo impoluto, sin manchas aparentes y con la bandera del respeto por sobre todas las cosas. Hasta que, como tantas veces suele ocurrir, el sueño del amor eterno e intachable para toda la vida se convirtió en una inesperada pesadilla. Fue, puntualmente, cuando empezaron a circular por las redes sociales unas conversaciones hot entre Diego y Natacha Jaitt, la mediática morocha, que nunca ocultó su presente como mujer "libre y sexual". Primero fueron un par de mensajes que sirvieron para documentar la conversación, pero posteriormente aparecieron nuevas charlas y con detalles específicos con respecto a gustos particulares de él cuando supuestamente coincidían en la cama. Después trascendió un video que registró la visita de un hombre muy parecido a Gambetita al edificio donde vive Natacha, incrementando las pruebas que la morocha estaba poniendo sobre la mesa para certificar el romance clandestino que supuestamente estaba desarrollándose desde hacía meses y que Yanina, concentrada en su rol de ventilar romances a escondidas de diversos famosos, ignoraba por completo. Además del golpe psicológico y del temblor que provocó en la pareja, este escándalo multiplicó la mediatización de Natacha y le dio un protagonismo impensado, al punto de, según los rumores, llegar a pedir dinero a cambio de notas periodísticas. Más tarde nacería un litigio del que no se supo más nada, mientras el interrogante de la opinión pública apuntaba a saber si Yanina se bancaría ese presunto engaño o por el contrario decidiría separarse de Latorre. Pasaron más de doce meses, y a juzgar por las increíbles vacaciones que pasaron juntos en Italia, la panelista de LAM no tiene pensado ponerle fin a más de veinticinco años de matrimonio. Por el contrario, daría la impresión de que este viaje fue, precisamente, realizado con la idea de coronar la etapa más difícil que la pareja tuvo que atravesar desde el día en que Diego y Yanina dieron el sí, quiero. Luego de estar un mes alejados por temas laborales, pues él viajó a Rusia para cubrir el último Mundial y ella se quedó en la Argentina, los dos partieron a Italia.
Sin otra finalidad que empezar a enterrar los resabios de una etapa signada por los conflictos y por el temor a un eventual desmembramiento de la familia. En la primera etapa del descanso se instalaron en Roma, pero después fueron a Positano y posteriormente a la Costa Amalfitana y a Capri. Rodeados por un escenario cautivante, con paisajes naturales hipnóticos, Diego y Yanina consolidaron el vínculo y buscaron ponerle un punto final al tembladeral que representó el "natachagate". Relajados en compañía de amigos, dieron vuelta la página y se juramentaron comenzar otra vez de cero. Sin rencores y mirando hacia adelante. En definitiva, de todo se aprende. Aun cuando la enseñanza es producto del mismísimo dolor, publica Paparazzi.