Al día siguiente, mientras dormían, la policía llegó al hotel donde se alojaban y requisó las habitaciones: les sacó pasaportes, teléfonos celulares, cámaras de fotos y objetos personales y se los llevó detenidos. Sucedió que mientras habían rendido honores a sus compañeros en el cementerio estaban un periodista austríaco y un kelper, que los miraba atentamente. Este finalmente denunció a Escobedo y a sus camaradas por "ofensas e insultos".
Al cabo de dos días de detención y luego de algunas declaraciones, todos fueron liberados. Pero Malvinas había dejado otra marca imborrable en sus vidas.