"Yo estaba trabajando en el camping, era plena temporada de pileta, cuando escuché pasar a los bomberos. «Uh, una más», pensé en ese momento, porque cuando pasan con las autobombas uno piensa en seguida en un accidente", recuerda Miguel. Pero entonces se acercó Graciela y le dijo que algo había pasado, que habían chocado dos colectivos y que Agustina no contestaba el celular, pese a que ya le había mandado al novio un mensaje diciéndole que estaba en camino.
Desesperante
Lo que vino después fue desesperante. "Cuando mi esposa me dijo eso perdí el control. Tuvieron que llamar a un médico, estaba completamente alterado", recuerda Miguel. Y sigue: "Después fuimos con el novio de Agus hasta el lugar. La policía no nos dejó pasar. Mejor. Vi los colectivos, ya sabía que mi hija estaba allí, alguien nos había avisado que la habían subido a una ambulancia", rememora.Cerca de ahí, la chica le daba a los paramédicos el teléfono celular de la madre y el fijo de la casa para que les avisaran y les dijeran que se quedaran tranquilos. "Estaba toda quebrada pero su preocupación era que nosotros no nos preocupáramos", dice la madre con orgullo y emoción. Después, los llamaron desde el hospital Provincial de Rosario para avisar que la chica estaba allí y fuera de peligro. "Yo no les creía nada", confiesa el padre.
"Antes de eso, yo vi pasar al camión de rescate, y pensé: «Esto es algo grande». Llamé a la comisaría, me dijeron que habían chocado dos colectivos. «Por favor, decime que no es la Metro (como llaman en Zavalla a Metropolitana). No me querían decir nada. ¿Qué iban a hacer? ¿Decirme que mi hija estaba arriba?", justifica Graciela el comportamiento de los uniformados. Y reflexiona: "Pensar que uno se queda tranquilo cuando sabe que los hijos ya están arriba del colectivo, camino a casa".