Sociedad Mide 0,18 metros de altura

El río Paraná bajó casi 20 centímetros en un solo día en Rosario

Esta marca lo ubica apenas un centímetro por encima de los registros de noviembre pasado, cuando mostró el nivel más bajo de los últimos 50 años.
Costanera norte de Rosario
Foto: Costanera norte de Rosario
Crédito: La Capital
Ayer al mediodía, en la zona del puerto de Rosario, el Paraná midió apenas 0,18 metros de altura. De acuerdo a registros de la Prefectura Naval Argentina, ese nivel está 18 centímetros por debajo de la medición del domingo anterior. Un registro que lo deja apenas un centímetro por encima de los registros de noviembre del año pasado, cuando el río mostró su nivel más bajo de los últimos 50 años. Los escenarios planteados por los especialistas pronostican que la bajante podría extenderse a lo que resta del año.

Los datos confirman esas hipótesis. De acuerdo a las mediciones de la Prefectura Argentina, ayer la altura del Paraná en el puerto de la ciudad fue de apenas 0,18 metros. El domingo pasado, la misma medición había arrojado 0,36 metros. En sólo 24 horas, el río bajó 20 centímetros. Una marca que sigue despertando angustia y preocupación en toda la región. Más allá de que las restricciones sanitarias por la pandemia obligan a no practicar actividades en el río como se suele utilizar en otros marcos sanitarios, la altura del agua continúa elevando los niveles de alerta en las autoridades nacionales, provinciles y municipales.

Estos niveles se sitúan muy por debajo de lo normal en esta época del año, producto de las escasas precipitaciones producidas en la cuenca superior del río Paraná y en las cuencas de los ríos Iguazú y Paraguay.

Las consecuencias de la bajante del río se pueden observar a simple vista con solo recorrer la costanera norte. Las playas públicas, tan concurridas durante el verano, muestran claramente el retiro del agua. Como si se tratara de distintas eras: la falta de agua exhibe el límite color claro de la arena, al que se suman distintas tonalidades de barro marrón.

Para especialistas del Instituto Nacional del Agua, esta situación no es más que una continuidad del ciclo seco transcurrido durante el año pasado.

"Es uno de los ciclos secos más importantes de la historia. Rosario tiene un registro continuo, una estadística de alturas del río, desde 1884 donde pasó de todo: situaciones de aguas altas, bajas y medias. Mirando para atrás, por la evaluación que tiene el caudal entrante al tramo argentino del Paraná nos acercamos a un escenario similar al del 44, donde se registró el caudal más bajo de la historia en Rosario", explica Juan Borús, titular de la subgerencia de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico del Instituto Nacional del Agua.

Y advierte que la perspectiva climática actual resulta "netamente desfavorable", tanto en cuanto a la falta de lluvias regionales, como a la sequía en aquellos lugares como Misiones, el este paraguayo y la cuenca de aporte al embalse de Itaipú, donde de producirse lluvias tendría una respuesta rápida de recuperación de la cuenca del Plata.

Pronósticos poco alentadores
Sobre el fin de la semana pasada, el Instituto Nacional del Agua (INA) emitió un alerta donde advirtió que el mes de julio será "especialmente crítico" por la falta de caudal del Paraná, y también había señalado que la situación afectará todos los usos del recurso "especialmente la captación de agua fluvial para consumo urbano".

El informe del organismo consideró que, como en abril y mayo de 2020, este año se volverá a observar probablemente "a toda la cuenca del Paraná en sequía generalizada", y que "no se espera una mejora sensible en los próximos meses".

Borús apunta que la fuerte variabilidad climática que se experimenta impone un límite a los pronósticos a largo plazo. De todas formas, señala que "con esta bajante que está experimentando el Paraná, es altamente probable que por el resto del año el río no vuelva a niveles normales".

Las consecuencias
Los efectos de este fenómeno de bajante no se muestran en forma tan dramática como la de las crecidas del río. Sin embargo, sus consecuencias no son menores. "Hay muchísimos impactos que tiene una bajante importante del río y no todo el mundo está igualmente preparado para hacer frente a estos fenómenos", destaca el especialista.

Y afirma que si bien la disponibilidad de agua fluvial para la población de las ciudades es una de las consecuencias más conocidas, también hay otras no menos importantes. Por ejemplo, la necesidad de agua para refrigeración de procesos industriales que toman agua del río, como las centrales térmicas o la industria metalúrgica.

En el caso de Rosario, el impacto se siente fuerte en la navegación fluvial y la salida del país de las cosechas, cuando por falta de calado los buques pueden cargar menos cereal, lo que complica la logística del traslado de granos.

La prolongada sequía produce efectos de inestabilidad, en las márgenes de las costas, seca las lagunas complicando el desove de los peces o complica los procesos de potabilización del agua.

Consecuencias que ya se hacen visibles tanto en la costa rosarina, como en las islas frente a la ciudad. (La Capital)
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