Sociedad En Paraná nació un séptimo hijo varón

Por qué relacionan al séptimo hijo varón con el lobizón

Desde épocas remotas, se decía que el tener un séptimo hijo varón era como una maldición y que el infante, al llegar a su adolescencia, se convertiría en lobizón. Cómo fue que surgió la costumbre presidencial de apadrinar a ese pequeño.
Tomás, el séptimo hijo varón de una familia paranaense
Foto: Tomás, el séptimo hijo varón de una familia paranaense
Desde la más remota antigüedad, el séptimo infante del mismo sexo de una familia fue considerado poseedor de poderes especiales que lo iban a diferenciar del resto de los niños de ese mismo hogar.

La tradición habla de un séptimo hijo del mismo sexo, sea hombre o mujer, el que nacía con poderes especiales.

Durante el siglo XIX, en Europa era muy común esa creencia de que estos séptimos hijos o hijas nacían con un intelecto superior, y entre esos misteriosos dones estaba el de ser poseedor de doble visión y tener poderes de premonición, lo que los hacía ser capaces de predecir el futuro.
También se les atribuían poderes curativos. Así es que se los podía ver con mucha frecuencia representados en pinturas acompañadas de perros y de cualquier otro tipo de animales domésticos que en la realidad representaban los espíritus, o los fantasmas o simplemente seres de otros mundos.

Según las tradiciones que han llegado hasta nuestros días, estos niños o niñas tenían misteriosas conexiones con distintos planos de la existencia terrenal y espiritual.
Una tradición arraigada en nuestro país
Al tomar como base no sólo las tradiciones orales sino también las escritas, en la Argentina y en especial en la Argentina campera, el tener un séptimo hijo varón era como una maldición. Ello se debía al hecho de que ese séptimo hijo varón al llegar a la edad adulta, en las noches de plenilunio, se convertiría en un lobizón: es decir un engendro maléfico de lobo.

La creencia era tan difundida y temida que en Argentina para tratar de minimizar la maldición se instituyó que el presidente apadrinara al séptimo hijo varón de una familia con la finalidad de desarraigar ese estigma con el que nacía.

De este modo, para terminar con la maldición en vez de sufrir una discriminación, era apadrinado por el Presidente de la Nación.... y aún hoy día se lo sigue haciendo, incluso se ha extendido la tradición en apadrinar al séptimo hijo tanto varón como mujer.
Padrinazgo presidencial
La idea proviene de la tradición rusa, ya que Catalina la Grande otorgaba el "padrinazgo imperial" a estos niños, lo que "les daba una protección mágica contra estos males" y evitaba que los criaturas fueran abandonados por sus familias o incluso sacrificados.

En nuestro país, Juan Manuel de Rosas ofrecía el padrinazgo a los séptimos hijos de las familias de trabajadores rurales, sobre todo mestizos o mulatos, para ahuyentar el temor a que el niño se convirtiera en lobizón.

En 1907, Enrique Brost y Apolonia Holmann, una pareja rusa que se había radicado en Argentina, da a luz a José Brost, su séptimo hijo varón y enviaron una carta al presidente José Figueroa Alcorta para que lo apadrinara en lugar del Zar Nicolás de Rusia. El presidente accedió, dando lugar al primer bautismo presidencial.

Recién en el tercer gobierno de Juan Domingo Perón se instituyó oficialmente el padrinazgo a través del decreto 848. Y para seguir con la igualdad de los sexos, en 1974 se estableció el "madrinazgo presidencial" durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón.

Luego, por el decreto 1416/09 que firmó Cristina Fernández de Kirchner, se incluyó a las séptimas hijas mujeres. La Ley mencionada contempla que en el caso de una familia que tenga siete hijos varones o siete hijas mujeres le corresponde la posibilidad de un padrinazgo presidencial, por lo tanto se le obsequia una medalla de oro, un libro, un subsidio de 20 mil pesos y la beca de estudio que se hará efectiva cuando los chicos comiencen el colegio hasta terminar la Universidad, inclusive.

A tener en cuenta

El trámite lleva su tiempo, pero no llega a ser engorroso. La solicitud se analiza primero en la provincia y luego se envían a la oficina de Presidencia de la Nación para que les den el visto bueno. Recién cuando vuelve con la aprobación a Ceremonial y Protocolo provincial, se acuerda con los padres el día, el lugar y la hora del bautismo.
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