Crédito: Radio Máxima
"Una fiesta Patria nos ayuda a hacer memoria del tiempo pasado, evocar acontecimientos, personas. Pero también a reconocer los sueños y anhelos de aquellos hombres y mujeres que pusieron los cimientos de la Nación. Muchos de esos sueños se concretaron, a veces fugazmente, o en forma más o menos permanente. Otros anidan aún en los corazones de cada generación que pasa su herencia de década en década con cumplimientos y fracasos, avances y retrocesos.
El 25 de Mayo de este año se enmarca en el Bicentenario del próximo 9 de julio, y es bueno dejarnos interpelar nuevamente para pensar juntos qué país queremos ser, y preguntarnos con sencillez, si estamos poniendo los medios necesarios para aquello que decimos anhelar.
Pongo un ejemplo. Si queremos caminar cinco cuadras, basta levantarnos del lugar en el cual estamos y salir. Pero si lo que buscamos es subir una montaña, deberíamos tener un tiempo adecuado de entrenamiento y vestimenta más adecuada.
A veces soñamos a lo grande y trabajamos para lo pequeño. La sociedad, nosotros, los ciudadanos, no parecemos querer alcanzar grandes logros.
Naturalizar la pobreza, no tener decisiones firmes para cuidar al ambiente, ser tolerantes con la corrupción, aceptar pasivamente la injusticia y la mentira no son actitudes que nos encaminen a plasmar ideales nobles.
En cambio, la entrega generosa en la búsqueda del bien común, la dedicación al trabajo, el amor en la familia, el cuidado de los más frágiles, la solidaridad con los pobres, la vida de oración son los senderos que llevan a construir juntos una comunidad municipal, provincial, nacional y regional, que nos hace pensar en grande y obrar en consecuencia.
Para ello es necesario considerar las actitudes que nos narra la Parábola del Evangelio que acabamos de proclamar. Oímos cuando percibimos sonidos, pero escuchar implica prestar atención a otro. Tenemos que "escuchar tanto el clamor de los de la tierra como el clamor de los pobres" (LS 49) nos decía el Papa Francisco. Para ver alcanza con tener los ojos abiertos; para mirar hace falta prestar atención a otros. Es un fuerte llamado a derrotar la "globalización de la indiferencia" y transformarla en solidaridad. Es un llamado a hacernos cargo de los más frágiles y darles el lugar de privilegio en nuestra vida.
El Cardenal Bergoglio decía `necesitamos ponernos la Patria al hombro´ como imagen de la necesaria participación de todos en la búsqueda del bien común y el desarrollo integral de cada uno y del pueblo en su conjunto.
La Revolución de mayo de 1810 despertó aspiraciones y consignas liberacionistas que el Congreso de Tucumán se ocupó de ratificar. Dio el "paso necesario para dejar de ser considerados una colonia insurgente, y llegar a ser una Nación independiente y libre de España "y de toda otra dominación extranjera", solidarizándose con los ideales de otros Estados que surgían con la misma vocación. José de San Martín, Manuel Belgrano, Martín Miguel de Güemes y tantos otros Padres de la Patria animaron incondicionalmente a los congresales y cifraron su esperanza en aquel Congreso soberano" (El Bicentenario de la Independencia 4)
Me animo a decir que la consigna no escrita era `ni colonia, ni sumatoria de clanes´.
Surgió un nuevo pueblo.
Asumamos y reafirmemos el compromiso de ponernos la Patria al hombro".
