Policiales Abusos en el Seminario de Paraná

Un exsacerdote aportó más datos en la causa contra Ilarraz

Habló de las relaciones internas, de la “elección” del director espiritual y detalles de la intimidad del cura. No dudó, cuando le exhibieron un croquis, en qué lugar vivía el sacerdote y dónde los estudiantes.
La jueza Susana María Paola Firpo escuchó ayer el testimonio de una de las siete víctimas de los abusos del cura Justo José Ilarraz, que, como antes lo había hecho ante el fiscal Juan Francisco Ramírez Montrull, contó de qué modo fueron sometidos sexualmente un grupo de adolescentes que, entre 1985 y 1993, cursaron la escuela secundaria como pupilos en el Seminario Arquidiocesano Nuestra Señora del Cenáculo, publica El Diario.
La jueza Firpo, titular del Juzgado de Transición Nº 2 que tiene en sus manos la causa “Ilarraz Justo José s/Promoción a la corrupción agravada”, tomó la decisión de citar nuevamente a Tribunales a seis de las siete víctimas que denunciaron por abusos al cura Ilarraz. Sólo uno de los siete ya fue oído por un juez, Alejandro Grippo, el primer magistrado que tuvo a su cargo el expediente Ilarraz. Los otros, en cambio, debieron acudir nuevamente a la Justicia a ratificar sus denuncias.
La etapa concluirá hoy, con el testimonio de la última de las seis víctimas, aunque por delante resta la presencia de los sacerdotes que en 2010 firmaron una carta dirigida al exarzobispo Mario Luis Bautista Maulión, reclamándole que denunciara en la Justicia a Ilarraz. Aquella carta fue presentada a Maulión por los sacerdotes que integraban entonces el decanato III –que incluye las parroquias Nuestra Señora de Luján, Santa Ana, San José Obrero, San Francisco de Borja, San Benito Abad, Santa Ana (de Aldea María Luisa), Inmaculada Concepción (de Villa Urquiza), Santa Lucía, Jesús Maestro y Señor de la Humanidad (de Oro Verde), Nuestra Señora de Pompeya y Santo Domingo Savio– en la que reprochaban el silencio eclesiástica frente al caso Ilarraz, actitud que, dijeron, podía ser entendida por los fieles como “encubrimiento”.
La víctima que ayer estuvo frente a la jueza Firpo declaró durante más de una hora.
La magistrada quiso saber cómo era que los estudiantes “elegían” a sus directores espirituales. Ilarraz fue prefecto de disciplina y administrador del Seminario entre 1985 y 1993, pero también director espiritual de los adolescentes a muchos de los cuales después abusó.
La víctima le contó a la jueza que la “elección” del director espiritual no era tal: que “en teoría”, dijo, había posibilidad de elegir entre varios sacerdotes del Seminario, pero que “en la práctica” les presentaban “solamente a uno”, quién si no, Ilarraz. Y que nadie quería malquistarse con el prefecto de disciplina, de modo que el sacerdote terminaba oyendo sus confesiones, escuchando sus historias, sus asuntos familiares.
También le explicó cómo era el modo de relación hacia el interior del Seminario, donde había, explicó, una diferencia insalvable: de un lado estaba el “Menor”, el lugar adonde iban a estudiar como pupilos una escuela secundaria orientada al sacerdocio; y el “Mayor”, que acogía a los estudiantes avanzados, camino a la ordenación. La víctima contó que los del “Menor” tenían prohibido relacionarse con los estudiantes del “Mayor”, un modo, entendió, de evitar que se filtrara algún dato de los abusos que cometía Ilaraz.
Los hechos que investiga ahora la Justicia ocurrieron en un tiempo en el que el actual arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, era prefecto de disciplina del Menor-Mayor, los últimos dos años del colegio secundario con internado que funciona en el Seminario; Ilarraz, en tanto, era prefecto de disciplina del Menor-Menor, de 1º a 3º años, el ciclo básico. Precisamente, los alumnos del Menor-Menor fueron quienes denunciaron los abusos.

Intimidad
La víctima que ayer estuvo frente a la jueza Firpo, el abogado defensor de Ilarraz, Juan Ángel Fornerón, el fiscal Juan Francisco Ramírez Montrull, y la querellante Rosario Romero, no dejó ninguna duda de la solidez de su testimonio. Dio detalles íntimos de Ilarraz –lo vio con el torso desnudo, y describió con finos detalles el crucifijo que colgaba en su pecho–, y no tuvo dudas cuando la magistrada puso en sus manos un croquis del Seminario y pudo determinar dónde dormía Ilarraz, dónde los alumnos y en qué sitio estaban los baños y las duchas.
Según la nota de El Diario, no es un dato menor la distribución espacial en el Seminario: Ilarraz solía invitar a los adolescentes a su habitación, y en ocasiones los hacía pasar hacia su baño personal, y compartía con ellos la ducha. Para muchos de ellos, fue el modo violento de iniciación sexual. Más aún cuando en la secundaria del Seminario, en aquel tiempo, nadie les hablaba de sexo. Los ex alumnos recuerdan a una exprofesora de Biología que, cuando le tocaba dar el aparato reproductor humano, pasaba por alto el asunto.
El exsacerdote que ayer testimonió ante la jueza no trastabilló en ningún momento de su relato, reiteró cada una de las palabras que antes había dicho ante el fiscal, y amplió algunos conceptos y situaciones de la vida hacia el interior del Seminario, y en particular la relación con Ilarraz. Y recordó de qué modo accedió a testimoniar en la Justicia: impulsado por su esposa, al tanto de los hechos ocurridos con Ilarraz. “Le hicieron contar todo de nuevo –reveló una fuente de la causa–. Pero no tuvo dudas: ratificó todo”.
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