Paraná Música y fe, las claves de medio siglo

Cumplió 50 años como organista de la Catedral de Paraná y contó sus historias

Con medio siglo como responsable de la ejecución del órgano de la Catedral, Jorge Beades es, desde ese lugar, testigo de la fe en la capital entrerriana. abogado y músico paranaense, reflexiona sobre la tarea y su compromiso.
Con su antecesor y primer maestro de órgano, Hugo Fernández Languasco.
Foto: Con su antecesor y primer maestro de órgano, Hugo Fernández Languasco.
Su tarea, oculta a la vista de quienes la aprecian, comprende medio siglo. Cinco décadas en el transcurso de las cuales Jorge Beades ha sido leal a un compromiso que asumió formalmente en febrero de 1967 y que se eslabona a una cadena que se extiende a lo largo de siglos: es responsable de ejecutar el órgano de la Catedral en oficios religiosos y otras actividades ligadas al culto. En febrero celebró 50 años a cargo del rol de organista y con esa perspectiva, este abogado y músico paranaense, reflexiona sobre esa tarea, su compromiso y los interrogantes que plantea el futuro.

Cada fin de semana, Beades sube al coro del centenario templo para ocupar su lugar e interpretar composiciones que aporten a través de la música, a la elevación espiritual de los fieles que asisten al culto. ¿Qué sensación le deja a este hombre prudente, medido en sus opiniones y de bajo perfil, el haber llegado a este punto?
"Por un lado, sensación de incredulidad, de sorpresa, por el hecho de haber podido llegar a medio siglo en esta función, que no es poco. Es toda una vida. Por otro, una satisfacción por haber podido recorrer un camino tan largo que no muchos en el mundo, pueden hacer. Es un lujo que no muchos en el planeta pueden exhibir. No es fácil permanecer en una misma plaza como organista, tal como mi caso, durante tantos años".
Paraná es un caso singular
Beades es la segunda persona que celebra cincuenta años en la función. El primero fue Elías Saralegui, quien llegó a la ciudad a comienzos del siglo XX, poco tiempo después de que se instalara el órgano, en 1905, y de la inauguración oficial de este instrumento, el 31 de marzo de 1906. En 1909 Saralegui vivía en Paraná y asumió como organista de la Catedral. Permaneció en ese cargo hasta 1962, cuando falleció. Tenía 82 años.

Lo sucedió Hugo Fernández, quien llegó a estar apenas cinco años, ya que optó por dejar Paraná para ejercer como docente en otros puntos del país. "Gracias en parte a Hugo Fernández, estoy en este lugar, ya que me recomendó para el cargo", dijo a El Diario.
Hubo otra persona decisiva: el sacerdote Amadeo Ismael Dri, por entonces cura párroco de la Catedral. "Con él mantuve una charla, confió en mí y consideró que podía hacerme cargo de esa función".

Corría 1967 y Beades tenía 16 años. "Comencé oficialmente en febrero de ese año, y cumplí los 17 en mayo. Y para ser más preciso, desde el año anterior ya venía preparándome, porque Fernández, que era titular, me convocó para que fuese su auxiliar para reemplazarlo en algunas oportunidades. Mi primer acercamiento a descubrir los misterios de los registros, de los sonidos, de cómo emplear la pedalera, había sido en 1966, en ese momento había comenzado a ensayar, a aprender".
El por entonces adolescente organista tuvo su primera actividad en la misa del domingo 26 de febrero de 1967. Desde entonces ocupa ese rol.
Trayectoria
-¿Qué estudios tenía al asumir como organista en la Catedral?
-Tenía formación previa en piano. Estudié desde los 10 años con una tía, Irma Ester Taboada Castro, hermana de mi madre. Con ella hice todo el curso completo de lo que por entonces era el método que empleaba el conservatorio Williams de Buenos Aires. Fue un estudio de carácter particular.

-¿Cómo compatibilizó su interés por la música con sus inquietudes laborales?
-Ocurre que el mismo año que ingresé como organista concluí mis estudios de Maestro Normal Nacional, en la Escuela Normal. Y de inmediato me inscribí en una carrera universitaria que nada tenía que ver con la música: Abogacía, en Santa Fe. Aún se viajaba en lancha. Hasta fines de 1969, que se inauguró el túnel. Del 70 en adelante ya viajaba diariamente hasta concluir mis estudios. Mientras tanto seguía en mi función. Continué como organista, aprendiendo de modo ya autodidacta. Más adelante tuve la ocasión de realizar un año de estudio de perfeccionamiento y de aprendizaje sobre todo. Fue en el Instituto Católico de París, entre 1978 y 1979.

-¿Nunca tuvo un asistente que lo reemplazara?
-Bueno, ese año que estuve ausente, fue mi hermana, Marta Beades, quien me reemplazó. Aclaro también que desde 1968 hasta 1975, conté con un auxiliar, Juan Luqui, que había llegado desde Buenos Aires a Paraná por cuestiones laborales. Él me ayudó muchísimo, pero tuvo que regresar a Buenos Aires, y quedé solo.

-¿Qué obligaciones implica para Ud. ser organista del templo más importante de la diócesis?
-Al principio tenía la función total de acompañar las misas como los casamientos de los fines de semana. Pero hace al menos diez años que no estoy en casamientos y me reemplaza quien actualmente oficia de auxiliar que es María José López Ortiz.
Música y fe
-¿Alguna vez se le ocurrió componer alguna obra?
-He compuesto obritas más que menores. Cosas muy breves útiles para la misa. Un Padre Nuestro que se canta en la Diócesis y compuse a pedido de Monseñor Karlic. También compuse otro más, un Sanctus, un Kyrie. Obras de repertorio litúrgico. Me hubiera gustado incursionar en la composición, pero aún no me he lanzado. Y no sé si a esta altura de mi vida tendré tiempo. En todo caso sería un desafío. Lo que si he hecho mucho son arreglos corales. Me gusta mucho embellecer o cambiar el espíritu de una canción dándole un toque especial para que suene de una manera diferente.

Sucede también que una iglesia es un ámbito especial, particular. Su interior puede emplearse como un espacio apto para hacer música pero no de cualquier tipo. En primer lugar debe tener un carácter apropiado, sacro. Y si no es propiamente litúrgica, debe ser una música que por sus características sea apta para ser interpretada dentro de un templo.

-En ese sentido ¿qué relación existe para vincular el sonido que produce el órgano de tubos y la música apropiada para el culto?
-Es una cuestión más que nada sensitiva. Porque ciertamente la música de órgano contribuye enormemente a elevar los espíritus, invita a una reflexión profunda, genera un ambiente apropiado para enmarcar el culto. El sonido del órgano lleva a que uno se sienta más próximo a la divinidad. Es el sonido ?por así decirlo- más espiritual que el hombre ha logrado Por eso es reivindicado por la Iglesia, que lo apoya y lo sostiene y está expresamente previsto en los documentos del Concilio Vaticano II, que mandan que se cultive la música de órgano porque se entiende que es el instrumento que más puede acercar al ser humano a Dios.


-¿Puede pensarse entonces un organista como alguien con un costado misional en su tarea?
-Sí. Porque cuando se es organista de un templo religioso, más aún en este caso de la Catedral, el templo más importante de la Diócesis, uno lo toma como un ministerio musical. No sólo se trata de hacer arte a través de la música, sino también de transmitir algo superior. Hay en las composiciones que se interpreta un mensaje de carácter religioso. La música de órgano es muy apta para el culto y sirve para elevar mejor las almas hacia Dios. El organista que no lo entienda así y no lo ponga en práctica está de más. Si toma ese lugar para utilizar el instrumento por cuestiones personales no ocupa una misión trascendental, como es la que entiendo debe cumplir todo organista en una iglesia. Por eso mismo es tan complejo hallar una persona con el perfil adecuado para ocupar esta función. Habitualmente los organistas son personas de fe. Porque si no hay un aporte de índole esencialmente religiosa, espiritual, creo que el trabajo del organista queda a mitad de camino.

El futuro
-¿Conoce a otros organistas en la provincia?
-En cuanto a colegas, en otras épocas, hubo uno en Gualeguay. Se destacó como músico y compositor. Me refiero al maestro Gerardo Delaloye. Es posible que hayan existido otros que hayan trabajado en Gualeguaychú, en Concepción del Uruguay, donde existen dos instrumentos de importancia, que además son "gemelos". Y no quiero olvidar que existe también un órgano más pequeño, en Nogoyá, que interpreta Ana María Trigatti.

-¿Qué inconvenientes plantea la tarea de organista?
-El problema de los órganos, más que el organista, es el organero. Es decir quien se encarga de su mantenimiento. Éste es quien tiene que darle vida, insuflarle vida al instrumento para que pueda funcionar.

Justamente, el problema que existe hoy es la carencia de organeros. Claro, es una profesión difícil, porque no hay tantos órganos para mantener. Entonces si alguien decide dedicarse a la organería, puede perfectamente morirse de hambre, porque con tan pocos instrumentos de este tipo ?en el país son escasos- es prácticamente imposible la subsistencia. En Paraná tenemos la suerte de contar con un organero que vive en Santa Fe.
Rubén Furlán, un hombre mayor, con más de 80 años. Él fue responsable de modernizar el instrumento que existe en la Catedral. Para ello conté con todo el apoyo del entonces cura párroco Agustín Kaul, quien se interesó por las posibilidades que podían tener si se lo modernizaba. Y eso se logró gracias también al apoyo de la provincia, que otorgó un subsidio para que pudiese arreglarse el instrumento. El trabajo pudo completarse a lo largo de diez años de tareas. En su taller de Santa Fe, Furlán realizó un trabajo extraordinario de luthier. Desde la consola, hasta el más pequeño detalle del cuerpo del instrumento, fueron realizados pieza a pieza por Furlán. Estamos hablando de miles de tubos. Actualmente el órgano es electrónico, por lo cual la respuesta a la pulsación es inmediata.

-Pensando en el futuro y en relación con generaciones más jóvenes, ¿qué interés real existe entre ellos para sumarse como instrumentistas?
-Justamente, mi inquietud es que casi no existe interés. Es posible que por razones de salud, o porque ya no esté en condiciones y no pueda, o por mi muerte, deje el órgano. Cuando eso ocurra ¿quién seguirá adelante? Esa es una gran incógnita: quién me sucederá. Son tiempos tan distintos a los que se vivían cuando yo ingresé a esta función, hace 50 años. Las cosas han cambiado tanto. ¿Qué persona, relativamente joven, querrá asumir esta responsabilidad de tomar a su cargo el manejo del órgano de una iglesia tan importante como ésta, nada menos que la Catedral? Francamente es una pregunta que no puedo responder. Sé que María José López Ortiz me está dando una gran ayuda. Pero aún no sé si querrá tomar una responsabilidad como la que asumí hace cincuenta años. Fuera de ella, nadie se ha acercado.

-¿A que atribuye esta falta de jóvenes interesados?
-Entre otras cuestiones creo que es importante dejar en claro que esta función exige un compromiso existencial que no es menor. Mi compromiso ha ido tan lejos ?al menos con la Catedral- que no sólo he asumido el rol de organista, sino que al estilo de los Kapel Maister en Alemania, o de los Maestri de Cappella, en Italia, he llegado a ser organista y director del coro de la misma iglesia. En 1990, hace ya 27 años, fundé la Schola Cantorum de la Catedral, porque entendí que tenía que tener también su coro oficial. Un conjunto que no sólo cantara en las principales ceremonias de la parroquia sino que también rescatara el valiosísimo patrimonio polifónico coral que la iglesia proporciona y que la historia de la música nos enseña. Asumí ese rol y desde entonces lo mantengo. Así que actualmente además de ser organista soy director del coro de la catedral. Reúno en mí esas dos facetas y trato de llevarlas adelante con la mayor responsabilidad posible. Y allí hay otra duda: ¿el día que ya no esté, qué pasará con la Schola Cantorum? Son dudas que flotan. Soy optimista en cuanto a que no será el final de todo, así que es muy probable que alguien tome la posta; Dios dirá quién.
Recuerdos gozosos
-¿Recuerda algún momento en que haya querido abandonar este lugar?
-¿Recuerdos tristes o amarguras? No registro. Y si los hubo, prefiero dejarlos de lado. Como satisfacciones, sí he tenido muchas a lo largo de tantos años en esta función. Tal vez las más grandes fueron con mi amigo Reinaldo Zemba, cuando en tres ocasiones pudimos ejecutar la célebre "Misa con órgano", Nº 3, de Camile Saint-Säens. También pude interpretar dos veces con dirección de Zemba y la Sinfónica, el concierto para órganos, timbales y orquesta de cuerdas de Francis Poulenc. Asimismo el famoso Adagio, de Albinoni, también con la OSER. Esos fueron para mí momentos culminantes.

He brindado muchos conciertos. Y he tenido la suerte de presenciar conciertos inolvidables, como uno del año 1983 ?junto a la Alianza Francesa- pudimos traer al entonces organista titular del organista de Notre Dame de Paris, Pierre Cochereau. El brindó un concierto estupendo, que concluyó con la ejecución de una improvisación sobre un tema que me pidió que le proporcionara. En ese caso yo seleccioné una composición que extraje de una pequeña obra, un "Preludio y fuga" que mi antecesor Hugo Fernández ?que es compositor- me había dedicado. Extraje el tema central de esa fuga y se la proporcioné a Cochereau escrita. Y tras analizarla improvisó una obra que lamento que no haya quedado registrada.
El comentario no será publicado ya que no encuadra dentro de las normas de participación de publicación preestablecidas.

NOTICIAS DESTACADAS