Paraná El horror de la guerra

Misionera argentina en Siria: "Es una guerra que se planeó en un escritorio"

La hermana Guadalupe disertó en Paraná. Habló de una guerra fabricada desde afuera en Siria. Denunció el silencio de Occidente y la complicidad de los medios de comunicación. Lo que pasó sus últimos cinco años en Alepo.
La charla "Siria: entre la Fe y la guerra", organizada por el Grupo Buen Pastor y el Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UCA, estuvo cargo de la hermana María Guadalupe Rodrigo, el viernes por la tarde en el auditorio de la Universidad Católica Argentina en calle Buenos Aires al 200. La misionera, nacida en San Luis y ordenada en Mendoza, en el Instituto Verbo Encarnado, que lleva 18 años en la zona de Oriente Medio, demostró un manejo narrativo impecable: logró hacer reír y llorar, conmover y reflexionar a un salón lleno de gente, con muchos alumnos de colegios secundarios. Eligió hablar de pie y comenzó invitando a los que estaban parados en el fondo a que se sentaran en el piso más adelante.

La primera parte la dedicó a contar su biografía, cómo decidió hacerse monja y sobre cómo a los 23 años partió hacia Oriente Medio: Belén, Sudán y Egipto y finalmente Siria. Una vez llegado a este punto habló de la guerra y de cómo afecta a sus habitantes. De a poco se fue metiendo de lo general a lo particular, del contexto bélico nacional a las historias personales de las que fue testigo en Alepo, incluyendo situaciones de extremo dramatismo apoyadas en fotografías "que se puedan mostrar".

En la última parte de la conferencia se centró en su orientación religiosa, en cuestiones sobrenaturales y milagros de fe, y en cómo muchos cristianos aprovecharon el sufrimiento para ordenar sus vidas y salvar el alma. Finalmente, pidió que recen y difundan lo que ocurre para colaborar con el pueblo sirio y con los cristianos que están sufriendo allí. A modo de despedida, concluyó con una oración cantada en árabe. Nos centraremos aquí en su análisis político de la situación.
Bienestar
"Era un lugar ciertamente muy pacífico y muy tranquilo. A diferencia de otros países árabes en los que había vivido, en Siria se daba algo rarísimo y muy particular que era la buena convivencia entre cristianos y musulmanes. Los cristianos somos una minoría, en general discriminada y perseguida en toda la región; eso se nota y se percibe en el ambiente; pero en Siria no era así. Quizás esto fuera favorecido por el gobierno laico que tenemos, un gobierno no confesional. Entonces hay cierta libertad religiosa porque la tribu gobernante es la de los alauitas, que son una de las facciones del Islam más moderada y tolerante, una de las más cercanas al cristianismo", ilustró la hermana Guadalupe.

"Otro factor importante es el bienestar económico de este país. Ciertamente, no hay problemas económicos, entonces no hay problemas sociales. Ellos no los tenían, un país con una ubicación privilegiada en el mapa de Oriente Medio, que hasta que se hizo el Canal de Suez era el paso obligado para el comercio entre África, Asia y Europa; un país con muchos recursos naturales, con petróleo; un país que se autoabastecía. Siria no tenía deuda externa, ni pobres, ni indigentes. No había gente sin trabajo ni delincuencia. Vivían un bienestar social y económico único en la zona", detalló la misionera.

Conflicto
"Cuando el conflicto comienza, se pierde absolutamente esta paz y buena convivencia. Y empieza de manera muy repentina, en el 2011, luego de los disturbios de la mal llamada Primavera Árabe en Túnez, Libia y Egipto. Es como un efecto dominó que veíamos venir pero que era impensable en Siria", contó Guadalupe.
"De un día para otro empiezan las protestas y manifestaciones. Los primeros disturbios se dan al sur del país, nosotros estamos al norte. La prensa y los medios lo difunden como las manifestaciones pacíficas del pueblo sirio que finalmente adhiere a la Primavera Árabe y sale a la calle a pedir democracia. En Alepo tenemos pensión para estudiantes universitarias y las noticias que teníamos de los pueblos eran fresquitas de los familiares, no de la tele. Y mientras que la tele hablaba de las manifestaciones pacíficas del pueblo sirio en las calles, las estudiantes recibían llamadas de sus familiares, alarmadísimos, que les contaban que habían ingresado a los pueblos grupos armados de gente que no hablaba el dialecto, es decir extranjeros.
"Están provocando disturbios y están descuartizando cristianos", contaban. En la calle empezaron a aparecer bolsas de basura con cristianos descuartizados, y esto empieza a multiplicarse muy rápidamente en todo el país porque entran libremente por algunas fronteras", detalló.
Deformación
"La gente sale entonces masivamente a la calle para manifestarse, tanto en Damasco ?la capital- como en Alepo, a 200 kilómetros. Miles de personas con cantos, banderas y pancartas apoyando al gobierno de Bashar al-Assad. Y esto es difícil de entender para un occidental, porque cometemos el error de juzgar a Medio Oriente, a los árabes, con nuestros criterios occidentales. Occidente pretende exportar nuestras democracias a una cultura totalmente distinta, con otra idiosincrasia, con un mosaico tribal complicadísimo. Pero claro, esta guerra se inicia desde afuera y necesitaba una excusa", sostuvo la religiosa.

"Esta guerra no ha sido una revolución popular, no es un conflicto que nació en la calle; sino una guerra que se planeó desde un escritorio, con todos los detalles, incluido el detalle muy importante de la opinión pública. Y para tener la opinión pública de su lado y poder llevar adelante semejante guerra: ¿cómo se logra? Con la prensa, porque lamentablemente la gente piensa lo que ve en la tele. Los medios de comunicación que deberían formar, deforman, entonces es muy fácil lograr tener de su parte a toda la opinión pública diciendo que estos pueblos, que llevan decenas de años bajo estos regímenes de gobiernos dictatoriales, necesitan libertad y democracia. Con eso, para un occidental ya está", argumentó.

"No tiene ningún sentido imponer desde afuera una forma de vida, cada pueblo tiene derecho a su soberanía. Cuando miles de personas salieron a la calle nosotros lo veíamos por la ventana del Obispado donde vivimos. Y esas imágenes en televisión, en cadenas internacionales de información muy importantes, eran comentadas de esta manera: "continúan las manifestaciones pacíficas del pueblo sirio pidiendo a su presidente que se vaya". Claro, ¿en occidente quién entiende árabe? Al comprobar la manipulación de la información ustedes podrán imaginarse el dolor para el pueblo sirio, y para los cristianos sobre todo, por esta mentira, esta complicidad y este silencio de occidente", relató Guadalupe.

Intereses
"Esta guerra es una guerra fabricada, programada y alimentada desde afuera, por eso el llamamiento de los obispos sirios a no vender armas a la oposición, y basta de comprarles el petróleo porque están financiado un genocidio. La única intervención efectiva en estos años fue la de los rusos en los últimos meses, que logró por primera vez hacer retroceder al Estado Islámico. El Ejército Nacional apoyado por Rusia consiguió recuperar ciudades. Pero hasta la intervención de Rusia nadie había hecho nada, simplemente porque no quieren hacer nada. Obviamente, hay intereses económicos creados sobre la región que buscan que Siria quede dividida, desmembrada y debilitada", fundamentó la hermana.
Acostumbrándose a vivir en guerra
La hermana María Guadalupe Rodrigo detalló el espanto de la vida cotidiana en una ciudad sitiada. "Si logran tomar Alepo el gobierno cae y se impone el Estado Islámico, porque esa ciudad es el eje económico del país", alertó. La próspera y milenaria ciudad, en la que vivían 5 millones de habitantes hasta hace pocos años, hoy está en ruinas con algunos de los barrios periféricos controlados por los grupos fundamentalistas islámicos. "Nos quedamos sin combustible, sin gas, sin agua, sin electricidad. La gente salía a la calle a arrancar ramas de los árboles para cocinarse. Se acabaron las frutas, verduras y carnes; sobrevivimos a arroz, fideos y comidas en lata", señaló la hermana.

"Al principio era difícil dormir, pero pasaban las semanas y los meses y esto seguía. Llevamos cinco años así, entonces la gente se olvidó del toque de queda y empezó a salir, porque uno tiene que seguir viviendo. Nos acostumbramos a convivir con la guerra, a salir en medio del tiroteo y a dormir con el bombardeo, y se nos hizo la vida cotidiana. Los barrios más castigados son los barrios cristianos, atacados con proyectiles caseros y por francotiradores. Hay decapitaciones y explosiones. Los restos son llevados en camionetas a la morgue, lo más rápido posible por el problema de pestes y enfermedades. Si un familiar quiere ir a reconocer una víctima tiene que buscar en la pila de bolsas que están reunidas con etiquetas indicando el barrio y hora de explosión, para encontrar "algo" de la persona que busca", ilustró en uno de los momentos más terribles de la charla.
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