Las palabras de Bargalló -que en ningún momento se refirió expresamente al Gobierno- parecieron un tiro por elevación al oficialismo, que hizo del concepto de "redistribución de la riqueza" una de sus banderas de gestión y de campaña. Pero también a los candidatos de la oposición, que acusan al kircherismo de no haber logrado que los beneficios del crecimiento económico de los últimos años mejorara la participación en los ingresos de los sectores de menores recursos.
Bargalló criticó también la falta de "un debate abierto de los candidatos de las propuestas sobre los grandes temas como la pobreza, la salud y la educación". Señaló que "a mucha gente estas elecciones les pasan por encima, les resulta fatigoso tantas acusaciones, tanta desacreditación del contrincante".
Sin embargo, dijo que lo más grave es que "la persistencia de altos niveles de pobreza, una situación que sigue siendo escandalosa, y que en un contexto agravado por la crisis mundial, puede llevar a la desesperanza, al descreimiento, al desánimo y la impotencia". También advirtió sobre el riesgo del clientelismo y subrayó que "los pobres rechazan la dádiva. Salvo excepciones -dijo-, es falso que no quieran trabajar y prefieran cobrar un plan asistencial porque la inmensa mayoría quiere ser artífice de su propio destino".
En esa línea, el director de Cáritas, el laico Gabriel Castelli sostuvo que la colecta "quiere ser una señal de alerta para decir 'muchachos: no nos olvidemos que en este contexto de campaña electoral y de lucha política todavía hay muchos hermanos nuestros que están pidiendo una respuesta de toda la sociedad'".
Y coincidió en que "hace falta un debate profundo de todos los partidos y de la sociedad civil para determinar qué hace que sigamos perpetuando este círculo de pobreza por generaciones". (Clarín)
