Cuando las encontró en una villa miseria de Monte Chingolo, en Lanús, Quijano se ofreció para cuidar a las niñas. Fue el domingo pasado, a la mañana. No había cupo en ningún instituto de la zona, así que el Servicio Zonal de Protección de los Derechos del Niño le otorgó una guarda provisoria a este oficial principal de 33 años, casado y con dos hijas de 4 y 13 años.
"Primero las llevamos a la comisaría y llamamos al Servicio Zonal y a la municipalidad. No encontraban lugar para llevar a las niñas y yo le dije a la doctora del Servicio Zonal que estaba dispuesto a cuidarlas. Me miraba, la doctora. Bueno, me dijeron que sí", relató Quijano.
El policía, mientras tanto, volvió a la villa. Se había enterado en el barrio de que una mujer, que habría sido identificada como Graciela Ledesma, era una de las sospechosas de mantener en cautiverio a las niñas y que planeaba escapar. "No teníamos nada, ni una foto. Sólo el nombre. A la tarde volvió a buscar unas cosas. La convencí de que saliera de su casa y me la llevé aprehendida a la comisaría."
Ledesma, de 45 años, quedó a disposición del fiscal de Lomas de Zamora Jorge Griecco. Otros policías detuvieron a un sospechoso que habría sido identificado como Jorge Luis Ruso, que tiene 54 años y es tío de Ledesma. Los acusaron de lesiones graves, corrupción de menores, explotación sexual agravada, trata de personas agravada y reducción a la servidumbre agravada, dijeron fuentes de la investigación. A Ruso, además, le imputaron abuso sexual agravado. Hacía un año y medio que las niñas -las de 4 y 12 años son hermanas y la de 13 es su tía- estaban esclavizadas en una casa de Bouchard al 2000, en Monte Chingolo. Antes vivían en el barrio platense de Los Hornos, hasta que fueron entregadas, según fuentes del caso, a cambio de dinero o de un "trabajo" umbanda.
El escape
Quijano contó que las niñas planearon el escape: debían permanecer despiertas hasta que sus explotadores se durmieran. A las cinco y media de la madrugada del domingo, pudieron salir de la casa. Tuvieron que trepar una reja y un paredón de dos metros, con vidrios fijados con cemento. Corrieron, hasta que una vecina las protegió en su casa y llamó al 911.
A la tarde, Quijano y su esposa llevaron a las niñas a su casa. "No actuaban como cualquier chico. Entraron y se sentaron. La que tiene 13 años agarró una escoba para ponerse a barrer. Le dijimos que no, que tenía que jugar, no trabajar. Se quedaban quietas, como esperando recibir órdenes. A la hora de tomar la leche, se quedaron paradas al lado de la mesa. Les tuvimos que decir que se sentaran y que comieran galletitas, pan con dulce de leche".
El policía no quiso narrar el horror que vivieron las niñas, quizá para evitar alterar la investigación y porque se encariñó con ellas. Anteayer, las tuvo que llevar a un instituto de La Plata. "Siento que me arrancaron algo -dijo-. Con mi señora vamos a ir a visitarlas. Estamos dispuestos a traerlas los fines de semana para que jueguen con las nenas, a adoptarlas. La casa es grande. Si no podemos, igual voy a ir a verlas; no le van a decir que no a alguien que solamente le quiere dar cariño, ¿no?".