Juan Molina vive en la misma cuadra donde funciona ese búnker. Su vida, según relató, se convirtió en una pesadilla desde que, hace dos años, empezó a funcionar allí el puesto de venta de drogas, que, como la gran mayoría, "contaba con protección policial", según dice.
"Los vecinos nos estamos organizando para ir a romperlo y echar a los pibes que hacen de soldaditos. Pero hay temor porque hay mucha violencia en esta zona. Se escuchan disparos a toda hora. Después de que vinieron los gendarmes a allanar la gente sintió alivio, pero se fueron y no quedó nadie. Después nos dijeron que iba a custodiar Prefectura, pero nunca llegaron", aseguró Molina.
A menos de dos cuadras del búnker de Felipe Moré al 600 bis está asentada la subcomisaría 24a., ubicada cerca de las vías del ferrocarril. Los vecinos denunciaron decenas de veces el funcionamiento de ese quiosco de cocaína, pero escuchan la misma respuesta de parte de los uniformados: "No podemos hacer nada".
La jurisdicción de la zona está a cargo de la seccional 12a., que nunca intervino pese a las denuncias, entre ellas las de Juan Molina, quien fue atacado por un grupo de jóvenes que custodiaban el búnker cuando salía con su auto.
Molina cuenta que hizo la denuncia en la comisaría y los oficiales le dijeron que sólo se la tomaban por las roturas del vehículo.
Ese búnker tiene una larga historia. Se lo adjudicó a una serie de quioscos de cocaína manejados por Luis Medina, un empresario sospechado de narco, que fue acribillado junto a su novia el 29 de diciembre pasado. Tras la muerte de Medina, el negocio en la zona pasó a ser manejado, según señalaron fuentes judiciales, por un ex socio apodado Angelito Negro, que en su momento tuvo relaciones comerciales con Esteban Lindor Alvarado, actualmente detenido en la cárcel de Ezeiza investigado por su relación con una banda de ladrones de autos.
Los vecinos de Ludueña hoy hablan de un escenario de violencia cotidiana. Un muchacho de 18 años fue baleado anteanoche durante una pelea callejera a unos cien metros del búnker. La víctima recibió dos impactos de bala, uno en la espalda y otro en un glúteo, y quedó internada en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez.
El Ministerio de Seguridad de Santa Fe destruyó 13 búnkeres (once en Rosario y dos en Villa Gobernador Gálvez) en unos diez días.
Según admiten en el Ministerio de Seguridad provincial, los búnkeres se reabren o se reciclan en el mismo vecindario en lugares cercanos a donde funcionaban.
Ante esta situación, piensan continuar con la demolición de los lugares de venta. Por ejemplo, uno situado en Balcarce al 5900, a pocos metros del Casino de Rosario, fue intervenido durante el megaoperativo de la Gendarmería y después volvió a ser allanado dos veces, porque seguía activo.
Los vecinos son los que en muchos casos se comunican con las autoridades para pedir ayuda.
En otros casos, los propios habitantes de la zona emprenden la destrucción del quiosco de drogas con martillos y picos, ante el temor de que los soldaditos reaccionen con violencia o hagan cumplir las amenazas, como ocurrió en el búnker de Uruguay al 8200, que empezó a ser tirado abajo por los vecinos dos días después de que lo allanara la Gendarmería. La tarea emprendida por los vecinos no pudo ser finalizada ante las amenazas de los soldaditos. Recién al otro día empleados de la cartera de Seguridad pudieron finalizar la demolición.
Otro de los búnkeres de drogas allanados fue derrumbado anteayer en avenida Travesía, a 100 metros de Sorrento, en la zona norte de Rosario. "La característica de este búnker es que fue construido específicamente para la venta de drogas, no se trata de una vivienda reformada, como en otros casos", dijo Osvaldo Lafattige, subsecretario de Seguridad provincial.
La construcción contaba con puertas muy pequeñas y comunicaciones con otras puertas interiores de difícil ingreso, "para que, si se producía un robo, la mercadería estuviera bien protegida", explicó el funcionario.
En otro búnker en Avellaneda al 4800, que fue demolido hace dos días, empezaron a construir una plaza en el terreno donde funcionaba el quiosco de drogas.
"Buscamos llevar convivencia a un espacio que había sido dañado", señaló el secretario de Control y Convivencia Ciudadana, Pablo Seghezzo. En el predio se empezó a acondicionar una cancha de fútbol y se empezaron a instalar juegos para los niños. (La Nación)
