Harto de que la policía no hiciera nada por resolver su caso, Bransdal decidió tomarse la justicia por su cuenta. Instaló unas cámaras en su taller para identificar a los ladrones y, en lugar de ir a la policía con las imágenes, publicó las fotos en Facebook en busca de colaboración ciudadana.
Pero lo que muchos pudieron celebrar como una reacción de impotencia en busca de justicia, se convirtió en un acto punible en derechos de honor y privacidad. La maquinaria de Datatilsynet, la Autoridad Noruega de Protección de Datos, detectó lo que tipifica como digno de sanción: imputar un supuesto delito que todavía no ha sido condenado por un juez y hacer publicidad en las redes sociales. Daba igual que no se haya identificado a los ladrones, porque la ley considera que se está lesionando la imagen de quienes aparecen. Datatilsynet actuó de oficio, y Bransdal debe pagar la multa al Estado.
La noticia, que saltó de las redes a los medios de comunicación esta semana, despertó la indignación en Noruega, donde ahora consideran al dueño del taller una doble víctima, tanto por el robo y la desidia de las autoridades como por la multa. "No me arrepiento de lo que he hecho. Sabía que estaba al borde de la ley y que sin duda recibiría una multa de unos pocos miles de coronas, pero no podía imaginar que llegara a ser lo que ha sido", confiesa Bransdal al medio español Verne.
"Estoy feliz, en mi nombre y en el de todos los demás en este país, de que el caso haya llegado al primer nivel de la atención pública. Espero que sirva para que las cosas cambien, de modo que cualquiera en esa situación vaya a la policía con las fotos y que se hagan cargo de la investigación como realmente debe ser", dijo Bransdal.