Después de conseguirlo (el récord anterior estaba en 40), Adam siguió adelante pese a que la torre se tambaleaba como un acordeón y rompió también la marca de 60 rebanadas, pero no pudo llegar a su objetivo de 80, porque la "construcción" se derrumbó.
El evento fue organizado por un fabricante de salame que quería promocionar su producto y la comida utilizada se repartió luego entre personas necesitadas.
Un representante del Libro Guinness de los Récords, Jimmy Coggins, viajó expresamente desde Washington para certificar la marca.
"Es como una escultura de salame, en realidad es preciosa, en su estilo salame", comentó Adam, de 33 años, que observaba su obra en todo momento desde todos los ángulos y aplastaba la torre con una placa de metal para hacerla más consistente y resistente.
Al final, cuando todo acabó, Adam parecía también aliviado. Durante las semanas de pruebas ha comido cientos de panes con salame y mostaza. "Las personas no deberían comer más que una cantidad limitada de salame en su vida", comentó risueño.