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Ladridos contra el estrés: terapia canina en cárceles de Ecuador

Otelo y Cristán jadean y mueven la cola apenas los ven: en la cárcel de Santo Domingo, en el centro de Ecuador, los presos alivian el estrés del encierro y el hacinamiento con terapia canina.
Mario aprendió a adiestrar perros cuando estaba en libertad.
Jamás pensó que estos animales se convertirían en su mayor
consuelo tras las rejas. Lleva un año detenido por robo.
"Estar encerrado es tenaz, son paredes, son rejas, es bulla, es
la desesperación de todo el mundo por estar en prisión", describe
a la AFP este colombiano, cuya identidad no puede ser revelada a
pedido de las autoridades.
Mientras conversa, Mario se divierte con Blanco y Salserín, dos
perros rescatados de la calle. Los terapeutas, como llaman los
presos a los canes, son afectuosos y dóciles. Al finalizar la
sesión, los animales son conducidos por los internos a sus jaulas.
"Los perros han sido una bendición, me han devuelto mi
equilibrio, mi libertad", señala.
Las autoridades carcelarias de Ecuador impulsan desde hace
cuatro meses un plan piloto de terapia canina para combatir el
estrés de los reclusos, y ayudar a algunos de ellos a superar
problemas de adicción a las drogas.
En cada sesión, los presos, con la ayuda de un instructor,
colaboran en el entrenamiento de labradores, pitbulls y husky
siberianos. Trotan juntos, juguetean, y les ayudan a saltar
obstáculos rústicos de madera en una pequeña área verde.
Varios de los perros fueron rescatados del maltrato de sus
dueños y siguen su propia rehabilitación junto con los presos.
Para algunos reclusos, el encuentro diario con los perros los
libera de presión. Para otros, sobre todo ancianos, estos animales
pueden ser la única visita que reciban en semanas.
"Hay mucha gente que no tiene visita, que es de la tercera
edad, que necesita recibir o dar afecto, y para eso están los
perros", dice Mario. Los reclusos que participan en este ejercicio
no reciben ninguna rebaja de penas.
Mutua ayuda
En Ecuador había hasta septiembre 26.821 reos distribuidos en
52 centros, incluidas cárceles y lugares de detención provisional,
según cifras divulgadas por la prensa estatal.
El gobierno evita hablar de presos y prisiones. Son "PPL"
(Personas Privadas de Libertad) y centros de rehabilitación
social, en los cuales las autoridades pretenden eliminar el
hacinamiento.
En el presidio Bellavista, en la provincia de Santo Domingo de
los Tsáchilas, unos 140 kilómetros al oeste de Quito, al que la
AFP fue autorizada a ingresar, hay 1.400 presos, casi el doble de
su capacidad.
"Acá es bien duro. Es una tortura, hasta comer el mismo pan
hecho aquí es un tormento. Con esto (la terapia canina) uno deja
de drogarse", señaló Alcides, un ecuatoriano que cumple una
condena de ocho años.
El hombre elige a Cristán, un dócil labrador negro. Trotan
juntos por varios minutos y después Alcides ayuda a su compañero a
saltar obstáculos.
Daniela Torres, psicóloga de la penitenciaría, observa el
trabajo. "Con este tipo de terapia buscamos cambios de estilo de
vida, que se entretengan y disminuyan el consumo de drogas", indicó.
Jorge, otro de los reos en tratamiento, interrumpe su paseo con
Otelo, un pitbull. "Me despejo y siento libertad", apuntó este
ecuatoriano condenado por asalto.
Erika Rodríguez, coordinadora de la cárcel, anotó que las
terapias caninas están dirigidas a reos de las tres áreas,
incluida la de máxima seguridad, donde permanecen los condenados a
más de 17 años de prisión.
Ahora "tenemos menos peleas, hay más participación en
actividades comunitarias y laborales", comenta la funcionaria.
La sesión acaba. Los perros vuelven a sus jaulas y los presos,
a las celdas.
"Me gustaría seguir participando en la terapia", dice casi en
súplica Jairo, otro preso colombiano, a un guardia penitenciario.
AFP-NA
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