Sociedad La nena de las palabras andantes

Eduardo Galeano y una madre paranaense intercambiaron mails para hablar de su hija

La niña, su madre y Galeano, se conocieron en Piriápolis, de vacaciones. El recientemente desaparecido escritor uruguayo quedó fascinado por una niña de Paraná que imaginaba historias a partir de los dibujos de sus libros.
Vanina Cipolatti todavía se emociona cuando recuerda su encuentro con el gran escritor, Eduardo Galeano, que falleció la semana pasada. No sólo por la buena predisposición para la charla del uruguayo sino también porque de aquello derivó un intercambio de mails, cuyos textos ella conserva y atesora.
La historia fue así. Vanina, junto a su esposo y su hija Delfina, suelen veranear en la localidad de Piriápolis, en el vecino país. Allí también acostumbraba descansar Galeano y en el mismo hotel por lo que se encontraron en varias oportunidades, aunque sin intercambiar palabras.
Cuando Delfina tenía 5 años, su mamá retira de la Biblioteca Popular un libro del autor de Las venas abiertas de América Latina. Se trataba de Las palabras andantes, que son una serie de relatos inspirados en grabados del brasileño José Francisco Borges. Como la nena ha sido y es muy curiosa e interesada por los libros, se topó con ese volumen y se apegó de una manera especial. De ahí surgió la historia que le interesó al autor.

“Mi hija tiene 8 años, se llama Delfina y es muy lectora e imaginativa. A los 5 años, fui a la Biblioteca Popular y saqué un libro de Galeano que se llama Las palabras andantes. Tiene grabados de un brasileño de apellido Borges”, contó a El Diario Cipolatti.
“El escritor escribió sus relatos, algunos de ellos son desopilantes, inspirado en esos grabados. Son relatos que no tienen una base común”, continuó.
A Vanina le llamó la atención la reacción de su hija frente al libro.
“Me llamó la atención que mi hija, que siempre miraba todos los libros que había en casa, tomó ese libro y empezó a contar historias mirando los grabados. Los relatos eran similares a los que Galeano había escrito en el libro, similares por lo desopilante de las historias”, describió.
Ella y su marido empezaron a grabar las historias que la pequeña inventaba como para que quedara algún registro de ellas. “Extrañamente, nos parecía que eran muy similares a los que Galeano ponía, eran cuentos distintos pero muy desopilantes también”, aseveró.
“Nosotros íbamos a veranear a Piriápolis y a Galeano lo encontramos varias veces. Una vez, me animé a acercarme a saludarlo y le conté lo que hacía Delfina con ese libro. Él me dijo que por favor le enviara los relatos de Delfina, que posiblemente eran más genuinos que los que él había escrito”, recordó la mamá.
Luego de algunos meses, Vanina recordó el pedido del escritor y le envió vía mail las grabaciones que habían hecho. Para su sorpresa, Galeano le contestó inmediatamente, el día después.
“Me escribió diciendo que felicitaba a la joven narradora y que tenía una imaginación maravillosa”, recordó.
Después no lo volvieron a ver. La familia regresó una vez a Piriápolis pero el autor ya había estado en la ciudad turística. La siguiente, todavía no había llegado y fue varios días después. “Era una familia muy numerosa. Él estaba en pareja con la ex mujer de Mario Mactas, incluso Mariana Mactas estaba ahí con ellos. Era un grupo familiar muy numeroso, con un ensamble total. Siempre andaban en barra, parecían los Campanelli”, rememoró.

En cuanto a aquel encuentro, Vanina lo narró de la siguiente manera: “Lo saludé y me contestó muy bien. Estábamos en la zona de piletas y recuerdo que él estaba muy transpirado, con bronceador. Era al mediodía y hacía mucho calor. Le conté la historia y me preguntó cuál era la nena. Yo se la señalé y él me dijo que por favor no lo trajera a que lo salude. ‘Imaginate, una nena venir a saludar a un viejo transpirado’, me dijo”.
Cipolatti contó que en el nerviosismo de la charla no recordaba el título del libro. “Yo trataba de determinarlo pero no podía, él le preguntaba a su mujer y ahí estábamos los tres. Hasta que les dije de las ilustraciones de Borges y entonces ella lo dijo: Las palabras andantes. El buscó un papel y con su puño y letra escribió su dirección de mail”.
Vanina ya había leído muchos libros de Galeano y era una ferviente admiradora, pero aclaró que sólo se animó a saludarlo y hablarle por la anécdota de su hija.
“Cuando me enteré de la noticia de su muerte, enseguida me acordé de esos momentos. Era un grande de verdad, con una visión de América Latina increíble, con la poesía de todos los días. Ahora me arrepiento de no haberme sacado una foto. Era un tipo muy agradable, como si fuese un vecino cualquiera. Me quedó el mail. El saludo final fue: ‘Vuelan abrazos’. Era poético hasta para despedirla.

Un cuento de Delfina
El siguiente, es uno de los cuentos creados por Delfina, a sus 5 años, inspirado en los grabados del libro de Eduardo Galeano:
“Había una vez un cazador de animales de la selva que siempre mataba con una escopeta y sino con una cuchilla, pero a veces se volvía loco y quería matar a los árboles.
Entonces, vio a una montaña que tenía a un árbol con un jaguar. Cuando quiso matar al jaguar pero era tan rápido que solo podía pegarle a las hojas.
En ese momento vio a una lagartija que estaba trepando por un árbol tirando manzanas y la rama estaba justo apuntando a él y si la escopeta tocaba algún golpe se podía romper, y la cuchilla también.
Entonces la escopeta fue tocada por la manzana que cayó sobre la escopeta, y la langosta se convirtió en un hombre lagartija, y este último tiró la cuerda de una alarma e hizo que todos sus amigos vengan a él.
Y el cazador aprendió la lección”.
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