Sociedad Asimilar los malos momentos

Descubra cuándo la tristeza se torna "peligrosa" y con riesgo de depresión

La línea entre lo que se puede considerar normal a lo que podría ser preocupante con riesgo de depresión, no es clara. Cuando comienza la preocupación por nosotros mismos o, es fácilmente detectable, es el momento de pedir ayuda.
La vida tiene sus subidas y bajadas y es normal estar triste, así como sentir dolor, ansiedad o estrés en los momentos difíciles. Es una parte normal de la existencia con la que no deberíamos luchar, sino aprender a encajarla, asimilarla y a utilizarla para conocernos a nosotros mismos, dicen especialistas.

Muchos eventos pueden hacernos sentir malestar o intensa tristeza, como problemas económicos, en el trabajo, problemas de pareja, un divorcio, una enfermedad o la pérdida de un ser querido. También podemos estar bajos de ánimo por factores físicos como desarreglos hormonales, como los cambios durante la pubertad, el embarazo o la menopausia. Sin embargo, a veces hay quien se siente mal sin motivo aparente, alerta el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido NHS, o tristeza que se vuelve peligrosa y entraña riesgo de depresión. ¿Cuándo preocuparse y buscar ayuda?
Según el NHS episodios en los que se está "bajo de humor", decaído y pesaroso entran dentro de lo sano y normal, e incluyen síntomas como tristeza, ansiedad, preocupación, cansancio, baja autoestima, frustración o rabia, reseñó el portal Terra Colombia.
Sin embargo, este humor suele mejorar pasado un corto tiempo, sea por sí solo o tras resolver algún problema, hacer algunos cambios en la vida, mejorar la dieta, dormir mejor, hacer algo de ejercicio, etc.

Asimilar el malestar
La vida no es solo placer y felicidad plena y entender esta realidad es clave en el proceso de aprendizaje de todos los humanos. De hecho, la escasa tolerancia a la frustración es un rasgo característico de los niños que, si no se corrige, los transforma en adultos malcriados.
Esta es una característica común de la llamada Generación Y o Generación del Milenio, según el especialista Paul Harvey, profesor en la Universidad de New Hampshire. Citado por el site estadounidense The Huffington Post, Harvey considera que la "generación del milenio" tiene "expectativas irreales y una fuerte resistencia" a aceptar lo negativo. “La idea de que todo lo que hacemos es buscar la felicidad me parece realmente peligrosa y ha conducido a la sociedad contemporánea occidental a una enfermedad, que es el miedo a la tristeza”, escribe a su vez el australiano Hugh Mackay en su libro The Good Life.
“Deberíamos buscar el todo, y la tristeza es parte de ese todo, como lo son las decepciones, las frustraciones y los fracasos; todo lo que nos hace ser quienes somos. Felicidad, victorias y conquistas son cosas buenas que nos pasan en la vida, pero no nos enseñan mucho", afirma.
De hecho la tristeza no siempre es un pesar autodestructivo, sino que puede transformarse en nostalgia, un agridulce sentimiento mucho más constructivo, tantas veces aprovechado por escritores o músicos. Tangueros, fadistas, flamencos o sambistas lo saben muy bien: la mirada hacia atrás de la nostalgia es una poderosa fuente de inspiración.

Cuándo preocuparse
La línea entre lo que podemos considerar normal a lo que podemos considerar preocupante, con riesgo de depresión, no es clara. Cuando comienza la preocupación por nosotros mismos o, más fácilmente detectable, por algún ser querido, es el momento de pedir ayuda.
En general la clave está en si los síntomas se mantienen en el tiempo y se recrudecen hasta el punto de entorpecer o dificultar el transcurso de la vida diaria y el normal funcionamiento de la persona. Esta puede llegar a evitar interacciones sociales y aislarse, no poder trabajar, cuidar de los suyos, levantarse de la cama o hasta pensar en el suicidio, en casos severos.
En caso de creer que existe riesgo de depresión hay que buscar consejo médico. Terapia o incluso remedios pueden ser necesarios.
Los síntomas pueden ser parecidos a los de la simple tristeza o cambios de humor, pero más profundos, intensos, mantenidos en el tiempo y abarcando también una amplia gama de problemas físicos. entre ellos:

- Tristeza continuada y/o llanto frecuente
- Sentimiento de desesperanza.
- Baja autoestima y sentimientos de culpa, del tipo "no sirvo para nada", "soy una mala madre", etc.
- Irritibilidad, amargura, mal humor y/o sentimientos de intolerancia hacia los otros.
- Incapacidad general de disfrute.Falta de motivación y desinterés hacia actividades o cosas que antes sí interesaban.
- Confusión, problemas en la toma de decisiones y de concentración.
- Ansiedad y preocupación
- Pensamientos suicidas
- Surgimiento de síntomas físicos como: dolores de espalda y de cabeza, problemas estomacales, alteraciones mestruales, del apetito, del interés, potencia o apetencia sexual, problemas para dormir, etc.
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