Espectáculos Hot a los 50

Iliana Calabró: "Hoy en el sexo no tengo techo ni límite"

La actriz revela cómo logró un físico increíble. Baile, entrenamiento y alimentación sana, las claves. Después de casi dos años de relación con el empresario Antonello Grandolfo, confiesa que "el amor me hace sentir más joven".
El dedo índice de Iliana Calabró (flamantes 50) marca una línea en el borde de la mesa, y llega exactamente a la mitad. "¿Ves? Todo esto ya pasó. Me queda esto. Quiero sacarle partido, vivir con todo. Lo que haga de acá en más me tiene que dar placer. Y por eso ahora no me alcanza el día", cuenta con una sonrisa mientras prueba su capuccino.

Después de un par de años duros, en los que enfrentó la muerte de su padre, Juan Carlos, y una conflictiva separación con Fabián Rossi, la vida le sonríe otra vez. Está de novia con el empresario Antonello Grandolfo, gira a puro éxito con la obra Enredados y logró un debut auspicioso en Bailando por un sueño, donde obtuvo 35 puntos.

-¿Hiciste un balance de lo vivido?
-No. Yo voy para adelante. Hubo cosas lindas y cosas feas. Me tocó despedir a mi padre. Ahora soy como el último eslabón familiar, porque la Coca (su madre) me va a enterrar a mí (ríe). Mamá fue siempre más dependiente. Me comprometí con papá, en su agonía, a ocuparme de ella. Es el rol que me legó mi familia. Incluida, tácitamente, mi hermana. Lo mío siempre fue más de prestar la espalda para que el otro se apoye.

-¿Marina te sirvió de espalda en el último tiempo?
-Cuando me sentí desbordada por las circunstancias, sí. Contra lo que muchos piensan, con mi hermana no hay rivalidad. Le consulto cosas relacionadas a la familia, y casi siempre me deja hacer.

-¿Tu papá era más confidente con vos?
-No, con mi hermana. Siempre tuvo una afinidad especial con ella. Quizás porque la consideraba la más chica, o la más débil. Porque más allá de que en cámara se la vea como dura, Marina esconde mucha sensibilidad. Yo, en cambio, no me aflojo demasiado.

-En una nota anterior publicamos una foto de tu casamiento, en 1991. Muchas mujeres tuitearon sobre el gran cambio físico que experimentaste en estos 25 años. Analía Franchín escribió, por ejemplo: "Chicas, no pierdan las esperanzas". ¿Hay alguna receta?
-¿Escribió eso? No lo sabía. El cambio lo produjo mi carrera. Una imagen, un cuerpo, no se consiguen en dos meses, sino con esfuerzo. Yo venía del sedentarismo típico de los adolescentes. De tapar algunas cosas y agredirme con comida. A los 15 era horrible. Cuando entré al Conservatorio me decían que era medio gordita. Ahí me di cuenta de que el físico es mi instrumento. Empecé a entrenar, a marcarme, y sentí que eso me daba poder.
-Tuviste dos años complicados. Cuándo aparecen casos como el de José López y los bolsos con dinero, ¿no te agarra cierto desasosiego, que otra vez empiecen a hablar de Fabián Rossi?
-No. Me pasa lo mismo que a cualquier argentino. Esto parece de ciencia ficción. Hay que hacer el duelo de las cosas. Sentí mucho dolor y lloré, pero hoy me río de mí misma en esa situación. ¿De qué me tendría que esconder? Ya no tengo miedo. Me pasó lo mismo que a ochocientas mil mujeres, que en algún momento, sea por separación, divorcio, cuernos, viudez o accidente de su pareja, tienen que hacer frente a la vida como pueden, y salir adelante solas.

-¿Volviste a tener relación con tu ex?
-No. Lo mío se hizo público, y parecía que era la única a la que le pasaba. Se me acercaron muchas mujeres que me contaron los cortes traumáticos de sus relaciones. Al final sentí una solidaridad de pares, eso de "mal de muchas...". El matrimonio es una sociedad. Conyugal, pero sociedad al fin. ¿Y quién no tuvo un socio que lo estafó?

-¿Te arrepentís de algo?
-Siempre hay cosas. Pero todo fue necesario para llegar a este presente. No hay que dejarse llevar por la corriente, ni luchar demasiado contra ella. Si las cosas no salen en forma natural, es porque no eran. Sin un 2014 como el que tuve, que financieramente fue difícil y se frenó el trabajo, no lo habría conocido a Antonello. Hoy estoy feliz. Tengo seguridad: me hice cargo de mi vida.

-¿A qué apelaste para salir adelante?
-Tenía que cuidar a mi mamá, mi casa, la economía, cubrir el banco, los cierres de la tarjeta, cosas que yo nunca había hecho. . . ¡Hubo veces en que pagué la tarjeta y ya me la habían descontado!

-¿Tuviste miedo a la soledad, sin padre y sin marido?
-Fue complicado. En un momento me estaba comiendo los ahorros y necesitaba repuntar. Gracias a Dios, tengo muchos amigos que se solidarizaron y me llamaron de todos lados para shows y presentaciones. Yo siempre pagué todo: el peluquero, la maquilladora, la ropa. Y cuando necesité, encontré generosidad... Bueno... tampoco es que necesité demasiado. Yo soy feliz cocinando en casa, que comamos todos juntos en familia.

-¿Qué otras cosas disfrutás a los 50?
-Todo lo que hago hoy es porque me da placer. Si algo no me moviliza, lo dejo pasar. Antes, por ahí, hacía cosas para mantener la calma, para que le gustara al otro. Todo era más pesado. Y eso no sirve de nada.

-La sexualidad a tu edad, ¿cómo la vivís?
-Como la vida, con plenitud, entrega y pasión. Cuando era chica miraba a gente de mi edad y decía: "¿Y éstos tendrán sexo?" (ríe). Ahora siento que no tengo techo ni límites. Aprendí a disfrutar, a saborear. Y si algo lleva más tiempo, está bueno.

-Estás de novia y comprometida, con anillo y todo.
-(Interrumpe) Jaja. Yo estoy enamorada y eso es un símbolo de amor, un compromiso que tiene que ver con el afecto. El anillo no lo llevo puesto, por los bailes y porque me quedó un poquitito grande. ¡Mirá si se me vuela! Es todo muy loco, porque Antonello es muy chapado a la antigua, un tano muy tradicional. Mirá, hoy falleció el marido de una amiga, a los 54 años, y pensé: "¿Cuánta vida queda?". Empezás a trazar una línea. Enamorarme me hace sentir más joven, porque empecé a proyectar.

-¿Se viene la convivencia?
-Y. . . algún día, seguro. No me da miedo, pero tiene que ser progresivo. Si se llegara a dar, está más cerca él de venir a mi casa que yo de moverme a la suya. Veremos. Este año supongo que iremos todos a Carlos Paz, a una casa más grande. Lo importante es que sus hijos y los míos se sientan bien. Los dos estamos acostumbrados a este estilo de relación de pareja.

-¿Es celoso, como buen tano?
-No. Pero sí es territorial. Y está bueno. A mí eso me hace bien. Veo que se interesa por mí. Si no me preguntara dónde estoy, pensaría que no le importa o que le da lo mismo. Y está feo. Cometí errores en mi vida, pero aprendí para no repetirlos. Soy optimista, y siento que a los 50 renací. Como en un GPS, estoy recalculando. Venía en una dirección, me pasó algo y cambié: empecé de nuevo para ser feliz.
Fuente: Revista Gente
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